En el primer segundo de la película somos testigos de un enfrentamiento de la MMA (Mixed Martial Arts o Artes Marciales Mixtas en español) donde el ropero Bastien (el verdadero luchador de la MMA Ciryl Gane) mata por accidente a su oponente, desatando la ira y el repudio de su viuda e hijo, dos años después vemos a un grupo de narcotraficantes atacar a otros despiadadamente, y la policía Kenza (Alice Belaidi) se obsesionada con el asunto debido a que tiene un pasado muy personal con esta mafia, sumado a que su joven informante Leo (Maleaume Paquin) esta en serio peligro por ser testigo de esta masacre, por lo que la madre del chico (Anne Azoulay) qué por supuesto es el hijo del luchador que mató en esa pelea del inicio, lo encuentra en su retiro para pedirle que lo encuentre y entregue sano y salvo, como favor personal con todo y reclamo personal.
Y todo esto pasa en apenas unos diez minutos, quizá un poquito más, con esto podemos darnos una idea del ritmo de la cinta, que no se detiene nunca, ni hace pausas, sin que ello signifique que tenga un ritmo acelerado, todo se siente normal y familiar, pero sin ese relleno que se ha hecho tan común en el cine actual, por lo que después de ver a Bastien vivir como ermitaño, trabajando en una salinera sin hablar con nadie, y disfrutar las hermosas postales del lugar entraremos de lleno en la historia que es la ya mencionada, informante joven que debe ser rescatado, y para ello contará con un ropero humano que no se detendrá ante nada por la promesa realiza, aguantara todo el castigo posible a modo de expiación, y tomará fuerza de una pulsera religiosa qué simboliza la vida del joven, además de hacer pareja con la policía de pocas pulgas para salvar al joven de una sanguinaria organización, a pesar de la policía y su chivato interno
Trama sencilla, no se complica nada, y tampoco se meten en desarrollos confusos, hasta la trama del topo es super básica, tanto así que cuando se descubre todo pareciera que lo hacen solo para cerrar el asunto que nunca tiene la importancia prometida, así como los villanos unidimensionales que muy a su manera funcionaban, pero a favor tenemos el ritmo que nunca decae, que no hay exceso de inverosimilitudes, un prota carismático qué aguanta caña, una narración sencilla, ese ambiente/estilo que nos recuerda al cine de acción de los ochenta, sin aspavientos, sin pretensiones, simple y llanamente un producto de entretenimiento que en estos tiempos se agradece por la falta de estas películas, y ciertas escenas de peleas físicas bien rodadas y mejor coreografiadas que en realidad son la carnita del asunto, como la del final, y en especial la hilarante escena del antro, solo por ella merece la pena revisar esta cinta de hora y veinte qué se pasa en un suspiro.
Calificación: Competente



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