Amigable cortometraje de animación que se mira en un suspiro, no ofrece nada nuevo pero tampoco estorba, es uno de esos productos que uno puede ver, disfrutar y luego olvidarse un poco de él... aunque pensándolo bien, sigue vivo en mi cabeza a pesar del tiempo que ha pasado, y eso que películas muy famosas desaparecen de mi mente, claro que ahí esta el recuerdo pero escondido en un rincón por falta e interés, por lo menos este corto letones presume una hechura artesanal de arcilla que siempre da un plus, el ver como los personajes se mueven, las múltiples opciones para mover los modelos a voluntad, y la imaginación que eso permite, siempre es de agradecer, aquí el director aprovecha que el protagonista es un fantasma y puede convertirse en lo que desee, opción que le permite regalarnos un personaje cambiante muy expresivo que se convierte en tiburón, pelota y lo que se le ocurra.
La historia va sobre un pequeño pueblo donde cae la noche, el fantasma de la torre sale a chambear asustando a los habitantes, algo que se nota disfruta enormemente, ve a su próxima victima en una pequeña que no quiere comerse su cena, para descubrir que la niña en lugar de asustarse se divierte con su presencia, y este a pesar de su frustración inicial termina aceptando esta nueva oportunidad que le da la vida, o la muerte. Como apunte antes, simpático, amigable, con ese stop motion de arcilla que tanto disfruto, aquí se notan los dedos a perpetuidad y eso me encanta, además los modelos a escala también son buenos, ahora que lo pienso me gusto mucho más de lo que pensaba.
Calificación: Recomendable


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