09 diciembre 2025

Cinecritica: Retrato de una Mujer en Llamas

"RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS" ("PORTRAIT DE LA JEUNE FILLE EN FEU", FRANCIA, 2019) DE CÉLINE SCIAMMA
La joven pintora Mariane (Noémie Merlant, magistral) esta enseñando a unas alumnas cuando vemos la pintura de un retrato de una mujer en llamas, que nos remite de inmediato al título, de ahí nos remontamos a un larguísimo flashback que nos cuenta la historia, una donde vemos a la profesional
pintora tirarse por la orilla de una barca para rescatar sus materiales ante la indolencia de los hombres que la acompañan, desde aquí notamos que es una mujer independiente y con una resiliencia enorme, cuestión vital para la trama ya que la historia carece de victimización, al llegar a la orilla la hermosa fotografía de Claire Mathon ya nos ha ganado la partida, con unos colores hermosos y vibrantes que deleitan la pupila, tan cuidados como el encuadre que da la impresión de ser una hermosa pintura en cada fotograma que compone la cinta, como el de la playa con esas rocas de formas impresionantes, las vestimentas ondeantes y las huellas en la arena.

Sumado a esto tenemos un sonido impresionante que nos hace sentirnos inmersos en la sensación de esa apartada isla, con las olas golpeando la orilla, el viento corriendo por los oídos, el sonido al ondear la tela, las pisadas y hasta el crepitar del fuego de una vela, todo esto sumamente importante en una cinta que prácticamente apuesta por no tener música de fondo, algo que también logra otro punto crucial en la narrativa, cuando tenemos momentos musicales son tan importantes que resultan álgidos, el vestuario es exquisito, logrando hermosos vestidos de época que nunca se sienten exagerados o anacrónicos, son sencillos y funcionales, con la clase que se buscaba hace siglos en el vestir, lo mismo aplica para el maquillaje y los peinados, son elaborados y hermosos, pero nunca de tal manera que uno sienta que solo pueden lograrse por profesionales actuales, en pocas palabras, técnicamente la cinta es extraordinaria, por lo que solo mirarla para apreciar lo hermosa que es vale el tiempo invertido.

Pero lleguemos a lo vital, lo más valioso del filme, lo que cuenta su maravillosa trama, Marianne llega a la isla con un encargo, qué pinte a la hija de una mujer acomodada (Valeria Golino, bastante bien) para poder enviar el retrato a un ricachón milanes que les promete otro tipo de vida en esa esplendorosa ciudad a finales del siglo XVIII, para ello la joven debe verse preciosa, no vaya a ser que el fulano se arrepienta, el detalle es que Héloise (enigmática Adéle Haenel, sencillamente perfecta) no se deja retratar, por lo que Mariane tendrá que hacerlo de incógnito, haciéndose pasar por una dama de compañía en sus paseos por la playa, y estudiando sus rasgos para poder hacer el necesario retrato, es así que Marianne intenta verla de reojo cada que puede, algo que no pasa desapercibido para la enigmática rubia, aprovecha cada instante para realizar un esbozo, e intenta memorizar los rasgos para pintarlos al regreso, a riesgo de terminar como su fracasado antecesor, dándole así un aire enigmático a la trama.

Estamos ante una enigmática trama que tiene varios temas interesantes, la inexplicable muerte de una hermana, el celo de una joven que fue arrancada de un convento obligada a casarse, una mansión que parece un tétrico castillo con múltiples recovecos vacíos, y hasta extrañas apariciones qué en algún momento cobran sentido, todo esto mostrando meticulosamente el proceso de realizar una pintura que personalmente me fascino y nunca imagine así, con esbozos iniciales, líneas de apoyo, fondos desprolijos y luego un exceso enfermizo al detalle, y mientras esto sucede también somos testigos de la relación de estas dos mujeres, que apenas hablan, a Héloise tienen que arrancarle las palabras, pero que se van conociendo y entendiendo poco a poco, con miradas qué denotan todo sin palabras, desde la empatía al cariño y finalmente al deseo Sáfico.

Todo esto mostrado con una clase magistral que nunca cae en el voyerismo ni en el exceso, rehuyendo en todo momento del morbo que pudiera causar, aquí todo está dicho por las miradas, los ademanes, los gestos, alguna sonrisa, un desdén, de tal manera que tenemos un romance de época realizado como en el cine de antes, no existe el morbo, ni el erotismo desatado, solo hay simbolismos y fotogramas qué dicen mucho más de lo que aparentan, además de tener una bonita relación con la sirvienta (Luana Bajrami) qué ayuda a enfatizar ciertas ideas y momentos, como ese majestuoso con un maravilloso canto a capela por parte de unas mujeres en lo que, en ese tiempo pudiera confundirse con un aquelarre, y un vestido incendiado, mientras las miradas de ambas mujeres parecen fusionarse con el significado de esas llamas, cine en estado puro.

Además sabemos lo que significa el avance de la pintura, cuando está este terminada la separación de éstas mujeres será concretada, y con ello cualquier posibilidad de esperanza, algo que podemos o debemos intuir por la importancia del mito de Orfeo y Eurídice en la historia, con todo y análisis del significado y cierre de esa tragedia griega, que es visto de tres formas distintas por cada una de las mujeres, mostrando la importancia de la subjetividad en el espíritu humano, este mito irremediablemente volverá en ese doloroso cierre, renacerá en el sentimental y bello final con todo y pintura nueva con mano sosteniendo un libro y dedo señalando una página crucial qué pueden arrancar tanto una sonrisa como unas lagrimas, y en esto tienen mucha responsabilidad las dos protagonistas, ambas con grandes ojos expresivos e intensas miradas qué siempre ven, estudian y admiran, y que la directora logra ponernos en su mirada, por lo que casi siempre vemos lo que ellas miran, vistas subjetivas, otorgándonos una  sensación cómplice.

Las dos logran una gran química, y regalan unas actuaciones extraordinarias, con solo un movimiento de mano, un roce, un ajuste en el ángulo del rostro, una mirada al cuello, en verdad logran que entendamos todo lo que sienten con la mínima cantidad de diálogo, por lo que entendemos su propia visión de la historia de Orfeo que forma parte crucial en el final de la cinta donde la película alcanza puntos de calidad que hacen a uno creer en el cine nuevamente, con todo e importancia de anhelo por medio de una pintura como en la inigualable "Vértigo" del maestro de maestros, y que así, aun destrozados, dan paso a un epilogo donde un acercamiento y escena ininterrumpida en toma sostenida de una de las protagonistas escuchando a Vivaldi hacen que a uno se le estruje el alma, sabemos lo que significa, lo que vale para ella, y al mismo tiempo somos cómplices, casi tres minutos de cine en estado puro, del mejor cine, y de uno que arranca el corazón y alimenta el alma.

Calificación: Sobresaliente

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