La cámara esta en un armario, de pronto se mueve y deambula ágilmente por toda la lujosa casa con escalera de madera y espejo de cien años, esta desocupada, oscura, la cámara regresa al armario y se corta la escena, todo sin un solo corte en una toma continua de gran belleza que logra hermosos encuadres, regresamos a este, de nuevo con la cámara en el armario, se asoma por la ventana y vemos a una vendedora inmobiliaria que entra al lugar, medio lo apareta y recibe a una familia conformada por una exitosa ejecutiva (Lucy Liu, al parecer incapaz de envejecer), un tibio esposo (Chris Sullivan), un atlético joven pedante (Eddy Maday) y la introvertida y melancólica Chloe (Callina Liang, bien), no pasará mucho tiempo para que la familia se mude a esta casa, que para estos instantes ya sabemos que tiene otro inquilino, uno al que hemos acompañado en todo momento, porque justamente vemos a través de sus ojos.
Pero sin necesidad de esconderse porque nadie puede verlo, ya que es un ¡fantasma! ánima en pena, espíritu, o como quieran llamarle, y por si acaso algún despistado no lo ha captado nos ponen la escena de los contratistas con el cliché de latino (mexicano además) qué se rehusar a meterse al cuarto del armario, donde siempre está el fantasma, nomas porque si, ahí no se mete porque hay algo y punto, las malas vibras, o lo que sea, ya sabemos que para los gringos tenemos una intuición especial para estas cosas, así que la película va sobre lo que ve este fantasma, que habita el lugar viendo y escuchando muchas cosas, como si fuera un aventajando voyerista capaz de espiar sin inmutarse en todo momento a la familia disfuncional que esconden algún que otro secretito, y varios traumas en el proceso.
De tal manera que seguimos el día a día de la familia, sus dramas, sus problemas, la mamá impositiva que hizo algo turbio aunque haga como que no pasa nada, el padre mandilón que ya no aguanta a la esposa y prepara el divorcio en secreto con todo y cuernos incluidos, el sangrón chamaco deportista que se jacta de las bromas pesadas y sus estupideces, que pueden llegar a ser claros delitos aunque sean festejados por su mamá a risa abierta, la depresiva Chloe qué ha perdido a dos amigas, una de ellas su mejor amiga, por culpa de las drogas, y que sufre el bullying de su hermano y el desprecio de su madre que no oculta qué quiere más a uno que a otro, como es normal en estas películas, la muchacha empezara a sentir la presencia del título, que a su vez intenta comunicarse con ella, sin que nadie lo pele mucho, pero que quizá esta ahí para hacer algo importante aunque ni él conozca de que se trata su misión en este mundo.
Este ejercicio de género rebasa ser solo un juego de estilo, la hermosa fotografía del mismo Soderbergh siempre luce, y la edición también de él mismo es sumamente puntillosa brillando justamente porque ni siquiera se nota su existencia, lo que causa que pareciera que siempre seguimos los pasos del fantasma, su mirada, sin que se corte la imagen en tomas larguísimas que esconden muchos detalles interesantes para el que este pendiente, sumado a su corta duración de hora y veinte logran que sea un experimento más que exitoso, con su historia melodramática de expiación de culpas y suspenso que al final se da el lujo de jugar con paradojas, haciendo que pegue más fuerte de lo que uno podría soñar en un inicio, por lo que por más que conjeturas que uno haga lo más seguro es que uno termine sorprendido de buena manera, increíble pero esta rareza lo logro, una cinta en primera persona/punto de vista subjetivo con pocas escenas en tomas sin cortar, el prolífico director lo hizo de nuevo.
Calificación: Bastante Bien




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