13/10/15

Fruslerias: Yogui Berra

Entre las muchas citas citables de este memorable filósofo, ésta me parece particularmente brillante: “En teoría, no hay diferencia entre la teoría y la práctica, pero en la práctica sí la hay.”

“Lawrence Peter ‘Yogui’ Berra (1925, San Luis Misuri), es un beisbolista retirado de las grandes ligas que jugó la mayor parte de su carrera con los Yanquis de Nueva York. Su posición primaria en el campo fue la de cátcher. Fue también uno de los peloteros de mayor popularidad entre los aficionados. Entre sus logros está el de haber ganado diez series  mundiales con los Mulos del Bronx. A los 18 años entró a la armada gringa y tuvo participación en la II Guerra Mundial. Firmó con los Yanquis en 1942, pero su debut fue en 1946. A partir de 1949 se convirtió en el catchertitular. Berra se caracterizó por ser un catcher hablador dentro del campo, pues conversaba asiduamente con los bateadores. Además, tenía un trato franco con los pitchers de acuerdo con su temperamento. Al bate Yogui era difícil de ponchar (en 1950 sólo lo hizo 12 veces en 597 turnos) y un experto en dar hit a lanzamientos malos. Con los Yanquis Berra tuvo una travectoria fructífera: fue tres veces Jugador Más Valioso de la Liga Americana (1951, 1954, 1955), tuvo catorce apariciones en serie mundial, y fue quince veces elegido al Juego de Estrellas, etc.
Fue su amigo, Bobby Hofman, quien le puso el sobrenombre al decir que se parecía a un hombre santo hindú  (yogui) que habían visto en una película, porque Berra se sentaba siempre con las piernas y los brazos cruzados después de perder un juego.”
OTROS YOGUISMOS

Una selección de las incontables frases memorables de este pensador demuestra que es primo hermano del Filósofo de Güémez: El 80 de las bolas (de golf) que no llegan al hoyo, no entran. Si no puedes imitarlo, mejor no lo copies. Puedes observar mucho simplemente mirando. El béisbol es 90% mental; la otra mitad es física. Es deja vu de nueva cuenta. Suelo tomar una siesta de dos horas, de una a cuatro de la tarde. ¿Qué caso tiene comprar maletas caras, si sólo las usas cuando viajas? ¿Pensar, cómo podría uno pensar y batear al mismo tiempo? No he dicho realmente todo lo que he dicho. Uno tiene que ser muy cuidadoso si no sabes a dónde vas, porque puede que no llegues. Ya nadie va ese lugar porque está demasiado atestado. Yo no les voy a comprar a mis hijos una enciclopedia; que caminen a la escuela como yo lo hice. En esta época se hace tarde demasiado temprano. Ese jugador batea de ambos lados; es anfibio. Cuando le preguntaron si algunos aficionados que de pronto se soltaron corriendo desnudos por el campo (esa moda se llamaba “streakers”, ¿recuerdas?) eran hombres o mujeres, respondió: No sé, traían la cabeza metida en una bolsa. Los otros equipos pueden causarnos problemas si nos ganan. Cuando le preguntaron si el jugador de primera base Don Mattingly había excedido sus expectativas esa temporada: Yo diría que ha hecho más que eso. Bueno, sí, soy feo y qué; nunca he visto a nadie batear con su rostro. Tú das el cien por ciento en la primera parte del juego, pero si eso no es suficiente, en la segunda mitad echas todo lo que te queda. Uno debe ir siempre a los funerales de sus amigos, o te arriesgas a que ellos no vayan al tuyo. Explicando su pobre desempeño en el diamante cierta sofocante tarde de verano: No es el calor; es la humildad. Su esposa Carmen le preguntó una vez: Yogui, tu naciste en San Luis, juegas en Nueva York, vivimos en Nueva Jersey; si mueres antes que yo, ¿dónde te gustaría que te enterraran? Yogui respondió: ¡Sorpréndeme! Siempre he pensado que ese récord permanecerá ahí hasta que alguien lo rompa. Reseñando una cena elegante a que lo habían invitado en la Casa Blanca: Era difícil conversar con alguien: había demasiada gente hablando al mismo tiempo. De cena en un restaurante italiano, la mesera le preguntó si quería que le partieran su pizza en 8 rebanadas y él contestó: Mejor que sean sólo cuatro; no tengo tanta hambre para comerme las ocho. En este juego cometimos demasiados errores equivocados. Y por supuesto, esta frase inmortal que al parecer llegó para quedarse: Esto no se termina hasta que se termina.

Fuente: Guillermo Farber

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