"Hola, cariño, ¿cómo te fue en el golf?", preguntó Estela a su esposo Pedro.
"Bien, estaba dando buenos golpes, pero mi vista está tan mal que no veía a donde iba la bola".
"¡Claro, si tienes 75 años, qué esperabas! ¿Por qué no llevas a mi hermano Santiago contigo?"
"¡Pero si él tiene 85 y ya no juega golf!"
"Pero su vista sigue perfecta. Él puede ver a donde va la bola y decirte".
Al día siguiente, Pedro estaba jugando y Santiago miraba a su lado. Pedro golpeó con fuerza y la bola salió disparada un buen tramo.
"¿La viste?", preguntó Pedro.
"Sí", respondió Santiago.
"Bueno, ¿y dónde cayó?" preguntó Pedro, esforzando la vista sin alcanzar a ver nada.
"Ya no me acuerdo...".
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