Al inicio del primer largometraje de ficción de Ross me sentí perplejo, la cámara subjetiva no se abandonaba, por lo que siempre veíamos el punto de vista del chamaco, desde su más tierna infancia cuando es dejado de lado cínicamente por su madre, y criado con amor por su abnegada abuela (Aunjanue Ellis-Taylor, muy bien), hasta su adolescencia en plena época de cambios y luchas sociales que se juntan con las típicas de la pubertad en el chico, y su juventud donde un maestro con una cicatriz le infunde la fuerza para luchar por sus ideales y los demás, y donde su futuro parece promisorio, debido a sus altas calificaciones es aceptado en una universidad con beca perpetua, por lo menos por un año, y está formando parte activa de la lucha por los derechos civiles donde idolatra al reverendo Martín Luther King, pero para ser sincero, después de la sorpresa inicial, me estaba costando entrar en la propuesta del director, siempre en cámara subjetiva, siempre siguiendo al protagonista salvo algunos momentos insertados en la edición que nos ponen en contexto histórico, social y filosófico.
Por ello es entendible que muchas personas no puedan entrar en la película, debido a que esperan, y yo espere en algún momento junto a ellos, que deje ese "experimento" para entregarnos una narrativa más convencional, una a la que estamos plenamente acostumbrados, esta cámara subjetiva, el punto de vista de un solo personaje, y el encuadre cuadrado junto a las disrupciones de pronto de imágenes simbólicas al estilo Terrence Malick pueden hacer que muchas personas no entren en la convención de la cinta, lo que es una verdadera lástima, ya que pasando el escollo de acostumbrarse, que no dura prácticamente nada, o mejor dicho, después de aceptar que el director nos lo decidió contar de esta manera y que es la idónea para contar esta historia, uno termina asombrado de la pericia técnica de la cinta, el valiente riesgo del director, y en especial, del increíble talento para saber que punto de vista mostrarnos, cuando cambiar a otro tipo de plano aunque sea por un segundo, cuando seguir con la cámara a un personaje y cuando y que imágenes presentar en esos interludios que significan mucho más de lo que aparentan en un inicio.
Y si, puntos de vista, ya que si al inicio solo seguimos al idealista Elwood (Ethan Herisse, impresionante) cuando este llega al reformatorio del título, una institución que estuvo en operación más de cien años, conoce al cínico Turner (Brandon Wilson, muy bien) quien tiene un punto de vista diametralmente opuesto, no importa lo que es correcto, solo sobrevivir, el mismo lo sabe ya que es un superviviente que ya paso por el lugar, solo para darse cuenta de que no tiene otra opción más que repetir rl ciclo, así los dos chamacos se vuelven mejores amigos soportando a los abusones del lugar, defendiendo a los más débiles, viendo como los guardias se debaten si poner al mexicano entre los negros o los blancos, aguantando las largas jornadas de trabajo que luego mejoran gracias al colmillo de Turner, tolerar los insultos del encargado negro que con tranquilidad puede hacer equipo con el director del lugar, el irascible director Spencer (Hamish Linklater) para torturar a los pobres chicos, y este último ganar premios a ciudadano del año ante la sociedad, como sigue ocurriendo hasta nuestros días.
Desde la llegada de Turner en la historia esta coge más ritmo, y la idea inicial del plano subjetivo cobra más fuerza, ya que se mueve entre ambos chamacos, viendo las situaciones que viven en solitario y como ese dúo inseparable, y por supuesto, mirando las caras de ambas en sus interacciones, ya que Ross no tiene empacho en estar cambiando de punto de visto, esto termina dándole mucha fuerza a la historia ya que se siente como si estuviéramos viendo un documental y nos acerca mucho más a ellos, ver como se ven las manos o como voltean al suelo añade mucho a su personalidad. Otro acierto del director es que no se regode4a en la violencia ni en la miseria, sabemos lo que ocurre en ese supuesto reformatorio, todos lo comentan en susurros, de pronto algunos desaparecen, y los castigos se escuchan por todos lados, pero se evita mostrarlo, haciendo que la sensación de peligro siempre este latente, por lo que entendemos como el alma de estos pobres miserables se resquebraja poco a poco.
Esto logra que la denuncia no se sienta machacona o chantajista, sino por el contrario parece que estamos junto a ellos viendo como sufren sus penurias en silencio, pero siempre buscando el lado amable, un sueño por cumplir, un libro que leer, una caminata que disfrutar, una pelea de boxeo que sentir, y un amigo al que querer, en eso pone hincapié el director y eso le da mucha fuerza al relato, escapando del miseralismo, una decisión muy inteligente, además de los fragmentos que vemos del futuro donde Elwood parece rememorar todo mientras es incapaz de escapar de esos fantasmas, existe una vuelta de tuerca que aunque resolví antes de que ocurriera es igual de poderosa cuando se presenta, porque para entonces el director me había ganado, y sucede en esa parte final donde la narrativa no es nada lineal, es cambiante, muta, se entrelaza, y por ello, con ayuda de esa banda sonora, pega en el alma, y eso en el cine se agradece.
Calificación: Notable