En cierto momento clave de la magnífica cinta satírica de humor negro y thriller de Manuel Martín Cuenca el manipulador Álvaro (Javier Gutiérrez Álvarez, sencillamente perfecto) desaira a una pobre mujer inmigrante de buen corazón llamada Irene (Adriana Paz, muy bien) sencillamente porque no forma parte de su plan maestro, una escena llena de fuerza y con un Javier Gutiérrez Álvarez en estado de gracia que con sus movimientos, su voz, sus gestos y esa mirada entre quebrantado y extasiado nos regala mil sentimientos al mismo tiempo, y que además demuestra que el director es más que consciente de la fuerza de las imágenes que pone a disposición del respetable, y que además confía tanto en sus actores que no rompe la escena aunque tengamos que verlos de espaldas.
Además está escena nos remite a esos maravillosos créditos con la canción de José Luis Perales "Algunas veces" que una y otra vez recordaremos cada que Álvaro aparezca en escena, la cinta basada en el libro "El Móvil" de Javier Cercas nos narra como el pequeño hombrecillo Álvaro es ninguneado y pisoteado por todo el mundo mientras sueña con ser el gran escritor que su mujer, la repugnante Amanda (María León), ya logró ser, así, el tipo que es gritoneado con ganas por su maestro del taller de lectura (Antonio de la Torre), engañado por su mujer en plena calle, atiborrado de tonterías pueriles por su compañero de trabajo y despedido en un engaño por su detestable jefe tiene que vivir solo en un departamento semivacío, como su carencia de ideas, para escribir esa gran obra que está seguro vive dentro de él.
Por supuesto, el maestro no está muy equivocado en su perorata del inicio y Álvaro no sólo carece de talento e inspiración sino que no conoce otra cosa que su aburrida notaria, su acabado matrimonio, y los libros que devora incansablemente que le sirven de inspiración (o plagio), pero esto cambia en un arrebato de amor propio donde deja tirada a su mujer y escribe sobre ello, entonces encuentra la respuesta, no puede imaginar una historia pero sí redactarla con brío, así que decide "inspirarse" en los vecinos de su edificio al grado de contar lo que sucede con todos mientras lo vemos espiar, escuchar e investigar a los vecinos casi como si de un protagonista Hitchcockiano se tratara, atención a esos juegos de sombras que remiten al maestro.
El problema viene después cuando Álvaro ya no se conforma con espiar sino que entra a formar parte activa de todo, primero seduciendo a la portera (Adelfa Calvo en estado de gracia) para sonsacarle todos los datos de los vecinos, y luego entrando en la vida de ellos, sea el retirado militar franquista (Rafael Téllez) o la pareja mexicana en crisis económica y matrimonial (la mencionada Paz y Tenoch Huerta), hasta convertirse en un insidioso manipulador que no se detiene ante nada, mostrando esa ligera veta que separa al genio con el sociopata que se cree Dios.
Todo esto con una puesta en escena sencilla que siempre nos muestra el interior de los personajes, con bellos encuadres que son obsesivamente simétricos, un uso perfecto del soundtrack, y esos colores claros y grises cual carácter y mente de ese pobre diablo que se ha cobertizo en un monstruo, la cinta además es rabiosamente divertida, con mucho humor negro, y una sátira que no teme atacar al artista, con un sentimiento misántropo y llena de escenas majestuosas como esa canción en el karaoke, escribir en pelotas, y por supuesto ese final donde no queda más que gritar con el protagonista "¡Hijos de la gran puta!" en ese magnífico y cruel final que además es rematado por un epílogo genial, la obsesión llevada al límite de la búsqueda de la grandeza.
Calificación: Notable
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