Una patrulla atiende el llamado de urgencia de la radio, pasa por algunas calles transitadas hasta llegar a un sector casi sin luminosidad, ahí unos jóvenes están afuera, les pide que se hagan a un lado a lo que uno de ellos atiende levantándose para acercarse a la patrulla mientras se lleva la mano a la bolsa donde no se ve nada, esto de inmediato nos pone sobre aviso, no solo por la fachada del fulano que parece pertenecer a un típico ciudadano promedio de colonia, sino por la inquietante inseguridad que vivimos en este país completamente gobernado por el crimen, el montaje, la forma de la toma, la música casi imperceptible de thriller de suspenso, todo esta hecho de tal manera que nos pone con la guardia en alto, y de paso deja claro que ese tipo de imágenes y momentos son el pan de cada día para una patrulla de policía, pero aunque el cliché esta claro el tipo es integrante de la familia que pidió una ambulancia hace horas en recibir respuesta, solo la patrulla que llega casi por casualidad, y así nos cuenta la ingobernable Teresa que ella tuvo que encargarse del parto, con todo y premio de nombrar a la niña así aunque ella misma odie su nombre.
Dividido en capítulos este documental nos presenta a la fuerte Teresa, que se hizo policía por dar la contra a su padre machista, guarda una carta donde le reconoce el esfuerzo donde al leerla se le quebra la voz, cuenta una anécdota de su padre recreada de manera magistral, y relata toda su vida hasta que llego a donde esta, el segundo capitulo esta designado a Montoya, un policía que entro por convicción, pero que no puede evitar tener depresión por perder a su familia al mismo tiempo que es el galán de la estación, o que era porque como nos enteramos en el tercer capitulo, a él si pudo gobernarlo Teresa, aquí es donde se enlazan los dos protagonistas, que nos dicen juguetonamente que al principio no se soportaban, "era un fresa creído" suelta Teresa, el otro dice que "es que si estaba guapo", pero queda claro el amor que se profesan, al grado de que Montoya guarda una sencilla "carta" de amor en la cartera llevándola a todos lados sin que ella lo sepa.
Con casi una hora de duración y en plena entrevista se va la luz, y se revela la primer vuelta de tuerca de la cinta, todo lo que hemos visto es una recreación por parte de dos actores, una bien filmada docuficción que nos tiene los pelos de punta, grabada hábilmente, ya hemos visto para este momento una persecución tan bien montada que supera a las comunes del país del norte, pero esto que nos muestra Ruizpalacios no es un artificio para sorprender, es una juguetona manera de entrar en la siguiente parte de la cinta donde seremos testigos de los dos actores, la formidable Mónica del Carmen y un exquisito Raúl Briones, entran en la academia de policía para prepararse para sus papeles, esto lo documentan con video diarios donde la actriz se muestra empática mientras el actor dice que siempre le ha temido a los policías ademas de tirar algunas filosofadas que terminan funcionando ya que son preguntas que todos nos hacemos.
Después de verlos sufrir el entrenamiento, exponer las carencias del mismo, el tipo de personas que llegan ahí, más por necesidad que por determinación, la falta de tiempo en su preparación con apenas seis meses, y su convencimiento real de ayudar en un inicio, cual si fueran el pusilánime político de "La Ley de Herodes" que como aquí terminaran perdiendo porque todos participamos de la corrupción como dice Teresa en la ultima parte de la cinta donde confiesan la persecución que sufren, las mañas del sistema, y como "la patrulla del amor" desapareció por culpa de un diputado al que no le gusto que le pidieran respetar la ley, el director siempre se acerca a los dos desde la curiosidad, en un intento de comprenderlos, jamas los señala como corruptos aunque estos confiesan que lo son "no hay otra manera de sobrevivir" y el mismo ciudadano comienza el juego, los moches escalan como dicen ellos, pero tampoco los victimiza, por más que lo que sufrieron es terrible, pero a final de cuentas así es nuestro país, donde se revientan personas por berrinches de otras, y donde un borracho en pleno desfile gay orina en los pies del policía mientras escupe "por mi tragas" para que otra persona solo diga, "en el otro lado ya estaría tirado y esposado" a lo que Montoya responde resignado "los derechos humanos" en la mejor y más desesperante escena de la cinta.
Calificación: Notable