Dos mujeres, cansadas porque sus maridos nunca las sacaban de parranda, se pusieron de acuerdo para salir una noche a festejar.
Se fueron juntas a un bar, se tomaron como veinte cervezas cada una y a medianoche se regresaron a sus casas.
-
No aguanto mas -le dice la acompañante a la que manejaba- Me estoy orinando. ¡Detente por aquí mismo, por favor, que no doy mas!!
La que manejaba entendió la emergencia, que de alguna manera compartía, detuvo el automóvil en el acto, pero no se dio cuenta que lo había hecho al lado de un cementerio.
La que se orinaba salió corriendo, llegó hasta una tumba, se quitó las pantaletas y comenzó a orinar.
Al rato, ya mas aliviada, se dio cuenta de dónde estaba y empezó a sentir miedo, y con la borrachera que tenía, salió corriendo y dejó la pantaleta en la tumba. Cuando llegó al auto, la que manejaba le dijo:
-Ahora tengo que ir yo. Sólo de esperarte me dieron ganas a mi también.
Se bajó rápido del carro y, sin darse cuenta de dónde estaba, se sentó sobre otra tumba, entre un montón de coronas de un funeral reciente.
Cuando se dió cuenta del lugar se aterrorizó y salió corriendo igualmente sin pantaletas.
Al rato ambas mujeres llegaron a sus casas y se fueron a dormir como pudieron.
Al otro día se encuentran los maridos y uno le dice al otro:
-No sabes. Anoche la sinvergüenza de mi mujer se fue de parranda y creo que con la tuya... Debe haber pegado una parranda buenísima porque llegó a casa borracha y sin pantaletas.
-Eso no es nada –responde el amigo– Tu mujer es una santa al lado de la mía, quien también llegó borracha, sin pantaletas y con una cinta purpura en el trasero que decía: "Recuerdo de todos tus amigos".
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