La esposa de Karl (Leif Andrée, bien) acaba de fallecer y el tipo es llevado por un indolente y poco empático encargado de la funeraria (Jesper Lohmann adecuadamente histriónico) para que la vea, y se pueda despedir de ella, pero debido a la "amenaza" de quijada desencajada y piel amarillenta el pobre tipo no se anima a abrir el ataúd, prefiere ponerse a reparar una lampara que esta fallando, "yo podría hacerlo" le dice al encargado, después de que la riega en esto deambula por todos lados hasta que se topa con un extraño hombre llamado Torben (Jens Jorn Spottag, muy bien) que también perdió a su esposa, pero a diferencia de él es extrovertido y directo para mostrar sus sentimientos, de tal forma que aunque al inicio se muestre renuente de ver a su esposa, rápidamente se muestra parlanchín y suelto para hablar.
Pero nada es lo parece, y rápidamente Kark descubre que Torben vive su propia situación estrafalaria (ese momento con otra familia es hilarante(, y que él, aunque no lo parezca, tiene mucha suerte, por lo que solo queda aceptar la realidad de la vida misma, tener resiliencia, aceptar la amistad que el destino le esta otorgando, alguien con quien compartir su dolor, y de paso poder cantar a toda voz la canción favorita de su mujer, es decir, el "Ridder Lykke" del titulo de Rocazino que siempre le quedara para recordar a su esposa, y que en lugar de ser un recuerdo/canción triste le sirva para recordar la felicidad vivida y compartida con ella, y ahora, con otro caballero de la fortuna.
Calificación: Muy Bien
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