En una de las tantas y maravillosas escenas claves de esta magnifica cinta de Valadez, que ademas es su opera prima en largometraje, la indetenible madre coraje Magdalena (Mercedes Hernández, sencillamente perfecta) llega a una estación de autobuses a preguntar sobre el que tomo su hijo, pero nadie la escucha, nadie la pela, a nadie le interesa, o eso parece, ya que la realidad es mucho peor, cuando esta en el baño una de las empleadas se le acerca, sin mostrar su rostro, y le advierte sobre los peligros de preguntar a quien sea con total normalidad sobre esos temas "escabrosos", es decir, preguntar sobre el viaje de un autobús se convirtió en un tema vedado, pero lo peor es que uno como mexicano entiende perfectamente a que se refiere, la violencia y el narcotráfico ha ganado tanto nivel y control que definir al país como narco estado es poco, pero lo interesante es la maestría que demuestra Valadez, no pone a nadie a explicar esto, pero tampoco queda en que se infiera, sino que casi inmediatamente después una camioneta pasa por un "reten" de narcos donde sentimos la sensación de peligro e impotencia de los pasajeros que cuando pueden pasar ven como detrás del camioneton de los delincuentes esta una camioneta de policías, es decir, con una simple imagen se nos dice que autoridades y delincuentes son uno mismo.
La cinta esta llena de momentos así, mejor dicho, esta construida con este sentido narrativo donde deja que el espectador descubra y ate cabos en la historia, por medio principalmente de las imágenes, que en todo momento son poderosas, y con una mezcla de sonido que tiene la misma fuerza que lo que vemos aunque no siempre estén en la misma sintonía, justo por ello Valadez nos obliga a prestar atención a las imágenes en todo momento, pero también al sonido, a los que tiene la naturaleza, a los silencios hermosos y a los perturbadores, al sonido de una música de banda, y a ciertos chiflidos pesadillescos, todo esto para mostrarnos una historia desoladora sobre una madre que busca a su hijo desaparecido, pero que en lugar de mostrarlo nuevamente como un drama opta por enseñarse como thriller, como una cinta de suspenso que va mutando hacia el final a una de terror y que justo por ello abraza con mayor fuerza su humanidad.
Al inicio vemos una cortina que va dejando ver que alguien viene caminando a la distancia, es el joven hijo de Magdalena, Jesús (Juan Jesús Varela) que viene a avisarle que se ira con Rigo (Armando García) al "otro lado" en búsqueda de una vida mejor, esta imagen de su hijo caminando hacia ella con esa inocencia y un sueño por cumplir seguirá a la mujer en todos sus sueños/pesadillas durante el transcurso de la cinta, corte y estamos a semanas de que se fueron pero nunca se comunicaron, así que Magdalena y Chuya (Laura Elena Ibarra) van a la policía pero como "no hay delito que perseguir" ya que se fueron por su propia voluntad no pueden hacer nada, más que mostrar unas fotografías donde están los muertos encontrados, desfigurados, destrozados, para ver si reconocen al desaparecido, una de ellos lo hace y reacciona de forma muy humana, la cámara no muestra el terror de las fotos sino de los rostros, primero la negación, luego el horror y finalmente la desesperación de saber la horrible verdad, pero para Magdalena las cosas no son tan malas, no sabe si su hijo esta muerto porque no aparece ahí, por lo que decide buscarlo y para ello emprende un viaje que lo lleva por el horrible infierno que es el país.
Pedro (Xicoténcatl Ulloa) la lleva hacia Tamaulipas para que pregunte sobre el paradero de su hijo pero por la noche en el camino una camioneta con faros altos y música estridente de banda los alcanza y se pone a su nivel viéndolos, como retándolos, los dos personajes tienen mucho temor, y los espectadores también porque sabemos lo que enfrentan, ya en el lugar hace fila con muchos otros y le toman muestras para informarle de encontrar algo, le enseñan una foto con la maleta de su hijo por lo que quieren que firme el deceso, ya que a la mayoría los queman y no queda forma de encontrarlos, pero una madre (Ana Laura Rodríguez) de muy distinto estrato social le dice que no cometa su error, que lo siga buscando hasta saber la verdad ya que ella pensó que su hijo estaba muerto sin saber al certeza y la llamaron para entregarle el cuerpo destrozado de apenas dos semanas del deceso cuando tenia más de cuatro años desaparecido, esto, ademas de servir como motor de la protagonista, tiene otro valor adicional, por más que parece que el tiempo destinado es demasiado, toma mucha importancia en el majestuoso tercer acto donde se revelan las pistas dadas.
Así que Magdalena investiga en los autobuses donde le dicen que estos desaparecen o de plano llegan con las puras maletas, pero nadie se lo dirá, descubre la pista de otra persona que labora en un albergue y puede darle más información, pero también se le dificulta "las cosas no están como para estar hablando con desconocidos, y a usted no la conozco", la búsqueda de un testigo clave en un pueblo abandonado y otro más adelante que puede ser el infierno mismo, también en la ultima parte se nos presenta a Miguel (David Illescas) que esa deportado a México en un largo plano secuencia de espaldas con música de terror, cuando llega a casa se topa con Magdalena solo para descubrir que la casa que conocía no existe, y que la delincuencia destruyo el país que conocía, en tanto Magdalena sigue en su búsqueda interminable, con miedo pero entereza, con un ambiente opresivo y de peligro en cada segundo, en todo momento hay tensión, pero se nos invita a investigar un sádico juego de detectives junto con ella, uno que desemboca en un tercer acto soberbio.
Con ese flashback del autobús en ese estilo visual que nos remite al narrador y esa música tétrica, donde los simbolismos explotan con el mismo diablo en medio de la violencia que nos hace recordar los nombres de los protagonistas, y que peor aun, tiene un clímax terrorífico en medio de la nada con esas linternas y chiflidos terroríficos que dan paso a la resolución del misterio de la pero forma posible, donde nos damos cuenta que lo que habíamos pensando antes - que a las dos mujeres victimas anteriores les había pasado lo peor posible - no es real, que las cosas siempre pueden estar peor, y esa sorpresa/vuelta de tuerca conjunta las historias "secundarias" que hemos visto, y el porque se muestra el terror del narco sin rostro, porque este es algo más poderoso y omnipresente que un nombre común, y que cuando por fin se le da rostro golpea como un marro nuestro rostro con toda la fuerza posible, dejándonos tan atónitos como a Magdalena que recibe el amanecer sin poder entender lo que sucede, razón por la cual antes veíamos esos planos volteados, como nuestro mundo actual, y después sus muecas, su mirada, su rostro, cuando acepta la terrible realidad, porque más allá de que el demonio tuvo un momento donde volvió su humanidad lo cierto es que no deja de serlo, y por ello Magdalena toma una decisión mientras en su mente el diablo camina hacia ella como en la escena inicial, desvaneciéndose entre las imágenes que tiene, libremente como ya apunto Everardo González en "La Libertad del Diablo".
Magdalena lucho, peleo, no se rindió, y al final encontró la verdad que necesitaba, aunque no era la que quería, porque ese final deja claro que el narco maneja México porque así lo queremos, porque lo deseamos, porque los idolatramos, porque les tememos con respeto, casi da vergüenza ser mexicano, hasta que uno recuerda a la intachable Magdalena y recuerda la esperanza de serlo, y de ser humano con una ética y moral valiosa por más que el demonio camine hacia nosotros impunemente.
Calificación: Excelente