Hae-mi (fascinante Jeon Jong-seo) baila una danza con reminiscencias a la que aprendió en su viaje a África pero la vuelve propia y personalisima mientras parece encontrar la libertad y "saciar su hambre" por primera vez mientras se desmorona con un atardecer precioso a sus espaldas y la bandera de Corea del Sur ondeando a escasa distancia del vecino y hermano Corea del Norte, todo esto frente a un fascinado y exasperado Jong-su (Yoo Ah-ni, excelente) que apenas se acueste la chica escuchara incrédulo la confesión que le hace el enigmático ricachon Ben (Steven Yeun, magnifico) de que quema invernaderos cada dos meses, nadie los necesita, nadie los extraña le suelta, de hecho estan esperando que los queme, frente a esto Jong-su no entiende porque haría algo asi, un delito, destruir propiedad ajena, pero como le explica Ben, es la única manera en que su corazón late y que disfruta placenteramente.
Por supuesto esto pareciera un simple capricho de un junior que no tiene en que gastar su dinero y su tiempo, la satisfacción por destruir algo que no es propio que se puede considerar tan humano, y por supuesto un chico que tiene todo lo que desea y que por ello mismo solo se excita con alguna travesura, pero para Jong-su y nosotros como espectadores sabemos que lo que dice Ben es una clara declaración de principios, el tipo siempre ha parecido sospechoso, existe algo raro en su forma de actuar y comportarse y siempre esta aburrido, de hecho el mismo confiesa en cierto momento que nunca ha llorado por lo que no sabe si es posible que se sienta triste, y como lo muestran los frecuentes bostezos en sus reuniones nada le causa diversión o placer, o por lo menos no el suficiente ya que las constantes burlas y juegos apenas causan una reacción.
Por ello cuando el dice al protagonista que ya se cumplieron dos meses desde la ultima vez, es decir que ya es tiempo, y que quemara uno muy cercano a él no le queda de otra a Jong-su que caer en una estricta paranoia que no lo deja vivir ni respirar conforme avanza la cinta, y nosotros junto con él, la cinta nos ha atrapado en el juego que deseaba, el director y guionista Lee Chang-dong (ex ministro de cultura del país) nos tiene en sus manos y todo lo que ha sucedido hasta el momento lo recordamos, lo estudiamos, le buscamos claves y simbolismos, para Jong-su Ben trae algo entre manos y nosotros pensamos lo mismo pero al mismo tiempo dudamos de la chica y del mismo protagonista, estamos en una extraña maraña de ensoñación del que se sentirá orgulloso el autor de la historia original, el mismísimo Haruki Murakami que guarda relación con una historia del legendario William Faulkner.
Al inicio de la cinta vemos al profesionista Jong-su trabajar de repartidor y toparse por coincidencia con Hae-mi, una chica de su mismo pueblo que se opero, quizá por ello Jong-su no la reconoce, pero lo cierto es que tampoco recuerda las historias que dice, e incluso duda de ellos, o por lo menos lo haráa mas adelante, la conexión es instantánea y terminan intimando, casi inmediatamente la joven le pedirá que alimente a su gata, cosa que el prendado chico aceptara sin dudar aunque nunca ve al animal (pero si desaparezca la comida y aparezcan las heces), ella se fue a África porque quiere aprender sobre el "hambre pequeña" y el "hambre grande", es decir el hambre por las cosa materiales y el hambre por las cosas existenciales, cuando regresa no lo hace sola, llega con el extraño Ben, un hombre carismático y seguro de si mismo con quien la chica ha comenzado una relación, en tanto que Jong-su pensaba que tenia una relación con ella la chica se ha liado con otro, algo que toma al chico con un recelo que va creciendo cuanto mas lo conozca.
El tipo es millonario, con carro y departamento de lujo, tiene dinero para gastar sin preocuparse y nadie sabe a que se dedica, todo su tiempo es para reuniones y Hae-mi, una especie de Gran Gatsby coreano como dice en cierto momento el protagonista que ademas le pregunta a la chica que ve en el, a lo que esta no esta segura, de aquí en adelante veremos los celos que van creciendo en Jong-su que esta condenado a trabajos mediocres, una familia quebrada y un problema personal que lo atan a la casa de su infancia, la notable ensoñación de Hae-mi que cada vez parece mas difusa y finalmente la diversión de Ben que disfruta de sobremanera hacer sufrir al chico y jugar con la joven, ya que en ningún momento muestra cariño hacia ella, sino mas bien franca superioridad y mucho aburrimiento como en esa majestuosa escena de Hae-mi bailando la danza africana en la reunión mientras todos se rien de ella y él solo atina a bostezar.
Después sucederá la confesión de Ben que junto a una extraña llamada y una inesperada desaparición llevaran a Jong-su a los infiernos del mundo y de su propia alma en tanto busca pistas que nunca terminan por ser determinantes, pareciera que Hae-mi mintió en todo momento, o quizá son verdades a medias, lo mismo que un gato, un reloj ¿clave? y hasta un estuche de maquillaje que resultan ser tan ambiguas como las conversaciones, pero vamos, nada pasa por casualidad, ¿o si? y este juego de personalidades tan distintas que parecen respetarse o atraerse en cierta manera no puede terminar bien, Ben lee el escritor favorito de Jong-su, este prueba a quemar un poco un invernadero, aunque claro esto ultimo también da la pista de que no ocupan gasolina para quemarse a diferencia de lo que había insinuado Ben. Es un viaje a los infiernos de la naturaleza humana con dos personas que representan a las dos coreas actuales, el joven tradicional sin trabajo, futuro ni escapatoria, y el joven capitalista y rico que olvida sus costumbres y hasta toma un aire corrupto, mas parecido a un extranjero.
Los resentimientos de clases afloran aquí, como un simbolismo que no da tregua, uno doloroso donde ademas las chicas solo son una herramienta, el juego de uno y la obsesión de otro, la frágil frontera del amor y la obsesión que se rebaso sin retorno, que nos hace ver cosas que no son e imaginar realidades para llegar a las revanchas que merecemos. Y lo mejor es que el viaje al infierno es tan hermoso como poético con esa fotografía de Hong Kyung-pyo y la música de Mowg, postales hermosas y temas que nos enchinan la piel, en un ritmo perfecto y tantos simbolismos que parecen inagotables, uno termina con la sensación de que en cada revisionado se descubrirán mas detalles, por mas que nunca estemos seguros de las múltiples interpretaciones que da el relato, quizá el suspenso mas delirante con final justiciero, o el escape de una chica que encontró el significado de la existencia al saciar su "gran hambre", o las elucubraciones de un hombre que nos regala un relato misántropo con aires a Faulkner, donde a final de cuentas en todos se repite el final que mas que nada es una critica, ¿una excusa a esa nueva sociedad coreana tan repugnante como inevitable?
Calificación: Excelente