El gigantesco Memo (Jorge Garcia, un descubrimiento tardío para un servidor) vive como ermitaño en una alejada isla del lago Llanquihue en Chile, ahi junto a su tío (Luis Gnecco) llevan una granja ovejera y curten pieles lejos de todo y de todos, algo que parece irle de maravilla al ceñudo Memo que no contento con vivir solitario jamas entabla conversación con su tío, si acaso un monosílabo forzado por la situación, ademas el buen Memo se escapa a las casas de verano de otras personas, las habita como si fueran suyas, toma algunos detalles, por mas que su tío lo reprenda no parece poder impedirlo, mas tarde comprenderemos la razón, así como también de esa ropa extravagante que teje y que usa mientras alucina con un publico que le ovaciona, mientras baila y marca los movimientos de la orquesta, esto en el rojo mas intenso, indicando pasión, deseo... si bien así escrito la situación no tiene mucho sentido la verdad es que la cinta en todo momento mantiene nuestra atención y logra que nos sintamos verdaderamente interesados en los secretos que oculta ese gordazo que se mueve gracilmente.
Con un genero que parece no definirse pero que al inicio parece suspenso psicológico la cinta nunca se desborda, cuida lo que muestra y nos va regalando pocas dosis de información para mantenernos cautivos, algo muy valioso es que tanto el guion del mismo director Gaspar Antillo, Enrique Videla y Josefina Fernández y la dirección son contenidas lo que resulta increíblemente inteligente ya que en la segunda parte de la cinta las situaciones y los secretos se revelan al por mayor hasta finalmente explotar en un clímax formidable, que de ya esta entre los mejores que he visto en el año. La sensación de soledad de la cinta esta engrandecida por el tamaño de la isla, la inmensidad del agua que la rodea, y la fuerza de la naturaleza que llena todo, sumándole la mirada y los gestos de un Memo que de inmediato nos dice que es un personaje roto, incomprendido, dolido, es obvio que carga con algo que apenas puede, no soporta ver a los demás y no quiere que se escuche su voz, y todo esto lo representa de maravilla Jorge Garcia, con miradas sutiles, con la comisura de la boca, con ese lenguaje corporal que usa de forma excelente.
La verdad es que Memo si esconde un secreto, y este sale a la luz muy temprano en la cinta, de niño Memo tenia una voz privilegiada e iba camino al estrellato, de no ser porque desde niño era gordito y poco agraciado, así que el cínico productor, que suelta que la música no importa, solo que las niñas tengas sueños pubertos con el cantante, le compra al vividor padre de Memo (Alejandro Goic) la voz para ponerla en el cuerpo del guapito niño Angelo (Vicente Alvarez) que comprendemos, vivió a partir del talento de Memo, y aun como adulto sigue viviendo de esas rentas con todo y libro autobiográfico que Memo compra para atormentarse, pero no importa que cuente esto porque existen muchos mas secretos, y cuando el contacto que tienen con el mundo enferme y mande a su sobrina Marta (Millaray Lobos) una sucesión de eventos se vendrán de golpe, un Memo mas abierto hará algo que llamara la atención hacia la fama que siempre deseo, pero en forma de evento mediático acosador que lo juzga de ya, y que en una dolorosa parte final nos muestra que a veces unos no nacen para ser estrella sino estrellados, que deja en evidencia a los vividores que lucran con esta moda new age, por fortuna se nos regala algo de esperanza, de sueño cinematográfico, de dignidad, mientras la cámara de Sergio Armstrong con tonos azulados nos muestra el grandisimo hombre que es Memo.
Calificación: Muy Bien