4/1/15
Fruslerias: Querida Lector (1)
Un gringo amigo mío, vecino de Boston, solía decirme que si no fuera por los méndigos negros él no sería tan racista. Supongo que algo parecido dirían los misóginos puros y las feministas rabiosas: si no fuera por las malditas viejas (o por los pérfidos hombres), no se les dispararían automáticas descargas de adrenalina cada vez que ven el circulito con la crucecita para abajo (o con la flechita para arriba).
Es en gringolandia donde el prurito por cuidar las formas verbales en lo referente a los géneros o sexos, se ha llevado a extremos francamente grotescos. Si no quieres ser colgado del poste más cercano por “ofensas intolerables a la igualdad de género”, siempre que hables de cualquier asunto relacionado tanto con hombres como con mujeres (ahora sí que al hablar genéricamente) tienes que decir siempre “his or her”, “he or she”, etcétera. Por ejemplo, en un memorando de oficina tienes que decir: “The employee must clean his or her desk”.
En ese aspecto el español tiene la ventaja de que el pronombre posesivo “su, sus” es aplicable a ambos géneros: un flanco menos que cuidar. Pero donde el inglés resulta más adecuado para estos fines es en los adjetivos y otros elementos gramaticales que allá son neutros y acá no: muchos flancos más que vigilar.
Por ejemplo, allá no te linchan si dices: “A careful employee”. Acá, siendo rigurosos, tendrías que decir: “Un o una empleado o empleada cuidadoso o cuidadosa”. Y todavía podría saltarte alguna radical exigiendo que inviertas el orden: “Una o uno empleada o empleado cuidadosa o cuidadoso”.
En todo caso, esa quisquillosidad trae complicaciones al lenguaje; lo vuelve pesado, cansino, artificioso, redundante. Pero eso es lo “políticamente correcto”. Y te friegas.
Es en gringolandia donde el prurito por cuidar las formas verbales en lo referente a los géneros o sexos, se ha llevado a extremos francamente grotescos. Si no quieres ser colgado del poste más cercano por “ofensas intolerables a la igualdad de género”, siempre que hables de cualquier asunto relacionado tanto con hombres como con mujeres (ahora sí que al hablar genéricamente) tienes que decir siempre “his or her”, “he or she”, etcétera. Por ejemplo, en un memorando de oficina tienes que decir: “The employee must clean his or her desk”.
En ese aspecto el español tiene la ventaja de que el pronombre posesivo “su, sus” es aplicable a ambos géneros: un flanco menos que cuidar. Pero donde el inglés resulta más adecuado para estos fines es en los adjetivos y otros elementos gramaticales que allá son neutros y acá no: muchos flancos más que vigilar.
Por ejemplo, allá no te linchan si dices: “A careful employee”. Acá, siendo rigurosos, tendrías que decir: “Un o una empleado o empleada cuidadoso o cuidadosa”. Y todavía podría saltarte alguna radical exigiendo que inviertas el orden: “Una o uno empleada o empleado cuidadosa o cuidadoso”.
En todo caso, esa quisquillosidad trae complicaciones al lenguaje; lo vuelve pesado, cansino, artificioso, redundante. Pero eso es lo “políticamente correcto”. Y te friegas.
Fuente: Guillermo Farber
3/1/15
Cinecritica: Actours Japonais: Exercise de la Perruque
ACTOURS JAPONAIS: EXERCISE DE LA PERRUQUE (IDEM, FRANCIA,1898)
La búsqueda de los Lumiere por las cosas interesantes, que se salen de lo común, de lo pintoresco, entretenido, raro, bello, la búsqueda por grabar las cosas cotidianas pero llevarlas mas allá, al terreno documental donde ahí si, ellos tuvieron mucho que ver.
Aquí vemos como dice el titulo a actores japoneses que muestran su acto mientras la cámara graba, sencillo pero sin desperdicio.
Calificación: Vale la Pena
Cinecritica: Puits de Petrole a Bakou. Vue de Pres
PUITS DE PETROLE A BAKOU. VUE DE PRES (IDEM, FRANCIA, 1898)
El cortometraje 1035 de los Lumiere muestra mucha mas madurez, estamos ante la muestra lirica y poética de la belleza de un hecho nefasto, al mismo tiempo que muestra la horripilación del asunto, puede que para ellos simplemente sea algo que se veía bien, el como las fumarolas cubren el cielo, el como se esta quemando una cantidad ridícula de recursos, el como a nadie se le hace extraño que el cielo se nuble y oscurezca y el cielo se pierda en medio de una nube de contaminación, ahora verlo es terrible, bendita ignorancia.
Por lo demás, los Lumiere saben donde poner una cámara y no se niega, la imagen es poderosa con todo lo que representa y que nos recuerda, el boom de la era industrial y el comienzo legal de la esclavitud y la destrucción del planeta, un corto bien hecho.
Calificación: Bien
Cinecritica: Rough Sea at Dover
ROUGH SEA AT DOVER (IDEM, REINO UNIDO, 1895)
Mientras en Francia los hermanos Lumiere y Georges Melies peleaban por ganar adeptos y mostrar al mundo la maquina mágica en Inglaterra Birt Acres y Robert W. Paul creaban su propio cinematógrafo y se metían de lleno en el camino, haciendo lo mismo que los demás pero por lo menos grabar las olas chocando contra un muro resulta mas hermoso y poético que ver a un tipo chambeando.
Sus primeros dos cortos no los encontré pero por el resultado de este se nota que no iban por mal camino, otros a tener en cuenta en esta búsqueda de historia.
Calificación: Regular
Fruslerias: Y Entonces me Dijo...
Me intriga la proclividad que tienen tantas mujeres, cuando platican entre sí, a funcionar como grabadoras. Inteligentes y creativas, pero grabadoras al fin. La única explicación que se me ocurre es que al parecer les causa más placer revivir charlas anteriores que platicar algo nuevo.
Como que en la segunda (o tercera o cuarta) vuelta de cada conversación paladean mejor lo platicado. O será quizá que así ensayan para ser más efectivas o contundentes la siguiente vez que se enfrenten con esa “otra” persona, bien sea hombre o mujer, respecto de ese mismo tema o asunto. ¿Será por eso que nunca podemos los hombres ganarles una discusión?
El siguiente es un patrón típico de esa clase de charlas, compuesto por notas tomadas por mí al voleo en diversos sitios públicos como la calle y el mercado. El peloteo verbal, obviamente, es entre dos mujeres que acercan sus cabezas una a la otra, para murmurarse al oído como conspiradoras.
--¿Y entonces qué crees que me dijo?
--Me dijo que...
--¡No!
--Así nomás me dijo, como si nada.
--¡Qué sinvergüenza! ¿Y entonces qué le dijiste?
--Pues le dije que...
--Bien dicho. ¿Y qué te dijo luego?
--Pues me dijo que...
--¡No me digas!
--Y no sólo eso. De veras que, bueno, para qué te digo...
--Ni me digas.
¿Porque qué crees que me dijo entonces?
--Dime, dime.
--Pues me dijo que...
--¡No te creo!
--Como lo oyes. Y luego además me dijo que...
--De plano no tiene... ¿Cómo se atreve a decirte eso?
--Pero yo, mira, como si nada. Le dije que...
--¡Qué bueno que se lo dijiste!
--Sí, ¿verdad? ¿O qué le hubieras dicho tú?
--Le hubiera dicho lo mismo, lo mismito.
--¿Estuvo bien que se lo dijera, verdad?
--Claro, para que sepa que a ti te tiene que decir las cosas como son.
--Pues sí, digo yo...
Como que en la segunda (o tercera o cuarta) vuelta de cada conversación paladean mejor lo platicado. O será quizá que así ensayan para ser más efectivas o contundentes la siguiente vez que se enfrenten con esa “otra” persona, bien sea hombre o mujer, respecto de ese mismo tema o asunto. ¿Será por eso que nunca podemos los hombres ganarles una discusión?
El siguiente es un patrón típico de esa clase de charlas, compuesto por notas tomadas por mí al voleo en diversos sitios públicos como la calle y el mercado. El peloteo verbal, obviamente, es entre dos mujeres que acercan sus cabezas una a la otra, para murmurarse al oído como conspiradoras.
--¿Y entonces qué crees que me dijo?
--Me dijo que...
--¡No!
--Así nomás me dijo, como si nada.
--¡Qué sinvergüenza! ¿Y entonces qué le dijiste?
--Pues le dije que...
--Bien dicho. ¿Y qué te dijo luego?
--Pues me dijo que...
--¡No me digas!
--Y no sólo eso. De veras que, bueno, para qué te digo...
--Ni me digas.
¿Porque qué crees que me dijo entonces?
--Dime, dime.
--Pues me dijo que...
--¡No te creo!
--Como lo oyes. Y luego además me dijo que...
--De plano no tiene... ¿Cómo se atreve a decirte eso?
--Pero yo, mira, como si nada. Le dije que...
--¡Qué bueno que se lo dijiste!
--Sí, ¿verdad? ¿O qué le hubieras dicho tú?
--Le hubiera dicho lo mismo, lo mismito.
--¿Estuvo bien que se lo dijera, verdad?
--Claro, para que sepa que a ti te tiene que decir las cosas como son.
--Pues sí, digo yo...
2/1/15
Cinecritica: Llegada del Tren a la Estacion de La Ciotat
LLEGADA DEL TREN A LA ESTACION DE LA CIOTAT (L'ARRIVEE D'UN TRAIN A LA CIOTAT, FRANCIA, 1895)
Y los hermanos Louis y Auguste Lumiere se graduaron con su filme 653, hicieron lo que habían venido haciendo pero esta vez lograron algo mas, y es que filmar la llegada del tren a la estación es una mejor idea que las que habían venido haciendo, pero con lo que elevan la cinta es con el sencillo pero brillante hecho de poner la cámara en el mejor lugar posible, justo como si estuviéramos ahí, de otra manera habría perdido efecto, de esa forma es perfecto.
La primero toma exacta, las primeras imágenes perfectas, todo a saber como acomodar la cámara, como hacer cine, como lograr un mejor efecto, tanto asi que hasta la fecha se sigue usando el mismo estilo, bien por los Lumiere que entregan su mejor corto hasta el momento.
Calificación: Bastante Bien
Cinecritica: Boat Leaving the Port
Un bote intenta hacerse a la mar mientras la familia de los hermanos Lumiere aprecian la escena y de paso aparecen en la película, se podría pensar que es un corto sin nada pero esta vez ocurre algo que cambia todo, al guion de los Lumiere llega una fuerte corriente, las olas hacen recular el bote.
Ese simple hecho cambia todo, es inesperado y se improvisa, y ese hecho, ese sentimiento de realidad le entrega mas a valor a un corto que no tenia nada.
Calificación: Regular
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