"NOSFERATU, VAMPIRO DE LA NOCHE" ("NOSFERATU - PHANTOM DER NACHT", ALEMANIA OCCIDENTAL - FRANCIA, 1979) DE WERNER HERZOG
El remake o reinterpretación del mito vampírico que en realidad es más un homenaje de ese clásico inalcanzable que es "Nosferatu" de F.W. Murnau es, como la obra de 1922, una maravilla, para Herzog el "Nosferatu" de Murnau es una de las obras capitales del cine, de las mejores películas de la historia, y por ello se nota el amor que le dedica a cada imagen que plasma en la cinta, contando prácticamente la misma historia de aquella cinta pero con un estilo propio, y añadiendo/cambiando detalles que la hacen propia, y una obra diferente que merece revisarse y verse por luz propia, incluso en las escenas que prácticamente son calcadas se nota la mano de Herzog, de esa maestría visual y narrativa que posee, y de la capacidad/manía obsesiva para los detalles, y todo esto sin abandonar el espíritu del impresionismo alemán que todavía se conserva en esos encuadres, las fuentes de luz surrealistas, y momentos visuales que no son naturales pero sirven perfectamente para demostrar el sentimiento y punto del momento, usando de manera magistral las sombras.
La historia se desarrolla de forma muy parecida como ya apunte, pero desde el inicio tenemos cambios que le dan un espíritu propio, y que la separan de la cinta original, ya desde ese inicio con las tomas de las momias con cámara en mano, todas ellas en formas grotescas y extrañas, como si estuvieran sufriendo en este mismo instante, o cuando se fueron de este mundo, para después pasar a un murciélago volando en cámara lenta al ritmo de la hipnótica banda sonora de Popol Vuh, es ahí cuando Lucy (una magnifica y preciosa Isabelle Adjani con una belleza etérea) despierta de esta pesadilla, y entonces comienza la cinta, tomando a dos lindos gatitos, una casa reconfortante, un pareja de esposos que derrochan amor, y un pintoresco pueblo de Vismar con todas las personas deambulando por el lugar de forma segura, niños jugando, trabajadores, parejas, ancianos paseando, en tanto la banda sonora nos remite a sentirnos cálidos y la fotografía de tonos fuertes nos regalan postales que parecen pinturas victorianas.
Es así que Jonathan (Bruno Ganz, muy bien) camina por la calle hacia su trabajo en un momento y vida que parecen idílicos, pero solo al entrar al lugar donde trabaja la situación cambia, los momentos de luz natural dan paso a un juego de luces y sombras innaturales y exageradas que nos recuerdan a la cinta de Murnau, ahí su jefe, el exasperante Renfield (Roland Topor, adecuadamente exagerado) lo manda a Transilvania, para que le venda al conde Drácula - ahora si - la casa frente a la suya, no importa que este en ruinas, él la sabrá hacer un hogar, por supuesto existe una buena compensación por lo que Jonathan sale de inmediato a pesar de los miedos de Lucy, no sin antes un hermoso y romántico paseo por la playa, de ahí el viaje parece seguro y tranquilo, hasta que es hospedado por los gitanos y estos le alertan sobre el conde, y ese castillo en ruinas que "solo existe en la mente de los hombres", a pesar de todo sigue su camino a pie, para ir entrando poco a poco en un mundo ajeno, con caminos extraños, y lugares extravagantes donde solo escuchamos la majestuosa banda sonora.
Hasta que es alcanzado por un extraño carruaje que lo lleva a su destino, donde unas puertas que se abren solas dan paso a la silueta de un extraño, el conde Drácula, que lo invita a comer, un tipo de piel mortecina, ojos profundos y rojizos, orejas puntiagudas, dientes afilados, largas uñas amarillentas como garras e indumentario negra que cubre todo su cuerpo, este Nosferatu (Klaus Kinski, extraordinario) no da tanto miedo al verlo como el anterior, y de hecho emana uncomponente trágico en su figura, cuando sus ojos no son amenazantes parecen estar llenos de tristeza, pero que de todas formas es tanto un combustible de pesadillas como el de Max Schreck, y esto se demuestra perfectamente en momentos claves, como esa primera cena entre Jonathan y Drácula, donde Kinski no le quita la mirada en todo momento, una mirada fría y potente que parece estudiarlo, en la que ni siquiera pestañea, y que no se rompe sin importar que este haciendo el conde, para después cambiar a ver solo su rostro etéreo, flotando en la oscuridad, de nueva cuenta Herzog hace uso de las luces y sombras de forma magistral.
Y llega el momento del corte, con todo y palabras exquisitamente tenebrosas del vampiro, que al final no puede contenerse y bebe la sangre, para después imponerse ante Jonathan de forma violenta, lo siguiente que vemos es un desmesurado festín horrible en la mesa y la cámara viaja hasta un Jonathan apenas despertando, el simbolismo es obvio, el tipo se ha convertido en la comida del conde, esa misma noche es atacado nuevamente después de que Drácula ve el guardapelo con el retrato de su esposa, ha decidido ir por ella y antes devora a su esposo, mientras que ello lo ve todo a distancia y sin poder contenerse grita, Nosferatu parece escucharla, estos tres personajes trágicos están vinculados, todo mostrado en un montaje extraordinario, pero esta vez mostrando más notoriamente que hay una conexión entre Lucy y su obsesivo acosador, lo que sigue de aquí es el viaje del conde con sus ataúdes negros, mientras Jonathan intenta alcanzarlo.
Es así que vemos el terrible viaje en barco fotografiado de forma impecable, y la travesía de Jonathan, al final, sabemos que el conde llegara a la ciudad desatando la peste en forma de ratas blancas, mientras Jonathan llega enfermo, es ahí cuando el protagonismo pasa de forma total a Lucy, la única capaz de enfrentarse a ese horrendo ser infernal que poco a poco va devorando al ciudad, primero con ratas que propagan la peste, luego campando a su anchas devorando a todos, y finalmente desquiciando a una ciudad que se da por vencida, demostrado en esa majestuosa escena de los habitantes condenados celebrando su cercana muerte que tiene su clímax en esa cena donde al final ellos serán el alimento de las ratas, al final ya sabemos que ocurrirá, Lucy comprenderá su destino, y se dejara cazar ante el villano trágico, para terminar siendo el cazador del depredador en una escena con un alto componente sexual y poético, eso sí, Herzog se guarda una sorpresa para el final, que ha ido construyendo, y que nos entrega una conclusión incluso más desoladora que la cinta original.
Todo esto mostrado con una delicadeza narrativa única, Herzog logra que cada imagen, cada fotograma parezca una pintura en movimiento, lo que causa que cada momento sea tan terriblemente bello, y cambiando la paleta de colores vivos del inicio a los apagados en blanco y negro del final, para demostrar como Nosferatu se va a apropiando de todo, y con momentos tan logrados como esa procesión de ataúdes en esa plaza, el andar de Nosferatu con todo y sombra anunciando lo inminente, esa magistral escena donde Drácula entra en el dormitorio de Lucy y se enfrentan, el uso del espacio, luces, sombras y hasta un espejo es maravilloso, y ahí, de nueva cuenta el conde repite su pensar, su dolorosa existencia, con todo y ademanes de Kinski que nos remiten al personaje original, el alto componente sexual, el murciélago cerrando el ciclo, y el como Herzog muestra todo contaminándose y cambiando el uso del espacio, y la búsqueda de lo sublime, de lo elevado, para los personajes en sus metas y deseos, para nosotros en el buen cine, y quizá para él en esa inalcanzable obra mayor a la que homenajea de manera hermosa.
Calificación: Excelente
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