Nervioso, el nuevo curita le pidio al padre Arsilio que observara la forma en que confesaba y le diera luego su opinión. Oculto en el confesionario el buen sacerdote oyo las confesiones del novato y luego le externo su parecer: "Hijo - le aconsejo -. Te recomiendo que al confesar te pongas una mano en la barbilla y digas con tono meditativo "Mm... Mm..." en vez de darte una gran palmada en la rodilla y exclamar: "¡No manches, güey! ¿Y luego que paso?..."
18/5/10
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