Louis (voz de André Wilms) sufre un trastorno neurodegenerativo como el bien sabe aunque a veces lo olvide, el tipo confunde los objetos, los muebles, las personas, su enfermedad causa que ya no distinga formas y colores, a tal grado que un simple celular absolutamente no parece uno, o quizá ya ni los conoce porque piensa que este en 1965, eso si, Louis intenta esconderlo y no es capaz de reconocer lo que le sucede, hace como que sabe que objeto es, se niega a reconocer que no distingue las personas que tiene enfrente, incluso es capaz de soltar que el carro de un nieto es idéntico al que tenia de niño, pero la verdad es que olvida alimentar a los peces, intenta comerse los plátanos con cascara, no recuerda que su suegra esta muerta, olvida que acaba de comer aunque no tenga hambre y es incapaz de reconocerse a si mismo en el espejo con toda la vergüenza que esto le conlleva con su mujer, la abnegada Michelle (voz de Dominique Reymond).
Ella es otra victima, una mujer que tiene que ser testigo de como el hombre que ama se desmorona, como las pinturas que hacia ahora son superfluos esbozos, que no puede ni vivir por cuenta propia y que incluso la desconoce a cada momento, es en esta historia de amor incansable y en el drama de la indetenible vejez donde se gesta el alma de este corto de Bruno Collet, en tanto en la maravillosa ejecución tenemos el brillo de esta cinta, con unos personajes salidos de la pintura al oleo de un artista, con ese surrealismo que esta en toda la cinta, con esos momentos y escenas maravillosos donde vemos fusiones, donde somos participes del detrimento de la mente del protagonista, con esos cambios de diseño ajustados a la misma mente y esos imaginativos diseños de personajes que parecen llevarlo a un infierno mientras el colorido y la preciosidad de los escenarios nos llevan al cielo, amamos el corto per o también sufrimos como el pobre Louis que disfruta un baile bellisimo al tiempo que teme que su mujer lo descubra...
Calificación: Bastante Bien