Fátima Ferreira (Mónica Huarte, maravillosa) esta cantando junto a unas pequeñas niñas en un orfanatorio, con colores vivos y mucha luz, casi parece una escena de esas salidas de alguna película navideña o dramática que intenta ser linda, pero algo se siente extraño, después de todo en el prólogo ya se nos avisa que algo malo ocurrirá, pero no es solo eso, es la impostura de la mujer, una cuarentona que se viste como niña y que tiene voz de fresa pero arrastrando las palabras de forma abusiva, cuando se enfrenta a una adolescente queda patente que es una niña atrapada en el cuerpo de una mujer, o algo parecido, debido a la reacción que tiene se le prohíbe la entrada al lugar donde iba de voluntaria, sin nada que hacer Fátima se compra un celular a escondidas y se hace adicta a las redes sociales, sin vida social ni amigos se hace clienta de una coach motivacional (Barbara Lombardo) que le aconseja dejar la medicación que toma, no hacer caso a su padre y hacer lo que quiera cuando quiera, por medio de frases New Age mientras la exprime.
Así que Fati decide ser influencer, hace lives donde su personalidad extravagante sale a relucir y muchos la ven y siguen para reírse de ella, pero con el tiempo se hace de fanáticos de verdad y los infaltables haters, dos jóvenes influencers notan que su popularidad sube como la espuma y deciden aprovecharlo invitándola siendo la integrante ridícula, pero un problema que se sale de control causa una avalancha dentro de la vida de la cada vez más famosa señora influencer que no puede detenerse. Esto a muy grandes rasgos es la trama de la segunda película de Santos, un tipo mucho más conocido por dirigir telenovelas, y que demuestra nuevamente que no le da miedo tirarse sin red, si en "Chilangolandia" se arriesgó a que los estereotipos y el cliché permearan la cinta, en esta intenta con una historia nada usual en el país, mezclando géneros que a más de uno le causaran alejarse de la historia, con una cinta que en todo momento nos hace sentir incomodidad.
Fátima es una mujer extraña, desequilibrada, infantil pero con ansias de amor y amistades, que se refugia en las redes porque estas abrazan a cualquiera que pueda generar morbo, vistas y likes aunque estos sean por la pura burla o como dice un personaje, por salir con tan poca ropa que en sus tiempos se paraban en las esquinas, Santos nos lleva en un viaje por la mente de su protagonista interpretada de manera perfecta por Huerta, que logra unos registros fascinantes, puede cambiar su cara en un segundo y siempre sabemos que piensa o que hará, su debate interno, por lo que creemos su viaje de niña atrapada en un cuerpo adulto hasta el despertar con pensamientos mucho más complejos de los que podíamos pensar, todo esto con un diseño de arte y una fotografía muy buena, que va de los colores y luces chillantes a fondos oscuros mostrando la frágil mentalidad de la protagonista, algo que se refuerza con la música que juega en los mismos parámetros.
Y por supuesto que el director hace una crítica acida a todo el sistema en el que vivimos ahorita, desde la necesidad de tener likes y comunidades, la obsesión por el dinero y la fama, lo hipócrita de las personas que vemos por medio de una pantalla, sea la oportunista coach/gurú que usa frases motivacionales estúpidas, sean las influencers de moda que en realidad no son las niñas bien que venden, sino unas ambiciosas falsas que miden todo en likes, y que en realidad se la pasan de fiesta y viviendo la vida loca, una engañando al novio cada que puede (Macarena García Romero) y otra buscando la lana en todo momento (Diana Carreiro), al final su personalidad real sale a relucir, una como rencorosa ambiciosa, otra como falsa amiga y otra como envidiosa desconfiada, y por supuesto, esa crítica a los medios que primero ensalzan a una persona para luego pintarla como lo peor que existe, una sociedad que endiosa, idolatra y odia personas que no conoce conduciendo sus vidas con lo que les dicen y la necesidad del yo propio por encima de todo con esa película prometida sin que el cuerpo se enfrié, una cinta valiente y que todo el tiempo da mal rollo en el buen sentido, desde ya la escena surrealista, ridícula, hilarante y tenebrosa del ¿musical? en el sótano es de mis favoritas del año.
Calificación: Bastante Bien
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