La pequeña y lolita Justine (Garance Marillier, fantastica) es la niña de papas que apenas sabe algo del mundo y no se ha hecho de un carácter propio, ha crecido en una familia de veterinarios y estrictos veganos que la cuidan mucho pero la tienen que dejar partir a la universidad, pero como en típica universidad de primer mundo el lugar es un infierno, los novatos son tratados con desprecio y los veteranos los hacen hacer lo que ellos quieren, a pensar como desean y humillarse en todo momento, las novatadas van desde una fiesta de perdición, bañarlos con sangre de animal y comer una víscera de animal cruda, Justine no tiene nadie en quien apoyarse, ni siquiera su hermana Alexia (Ella Rumpf, muy bien) que tiene constantes cambios en su actitud con ella, lo peor es que sumado al estrés de un nuevo mundo, las presiones, las novatadas, los abusos, el estar lejos de la familia y tener un desvergonzado compañero de cuarto homosexual se le suma una agresiva reacción alergica a la carne.
El problema es que ya que Justine ha probado la carne no podrá dejar de desearla, y mientras mas la pruebe mas la deseara, robando carne, comiendo a medianoche o teniendo su primer acercamiento caníbal en una sorprendente escena, pero las cosas no termina ahi, Justine apenas esta conociendo, reprimiendo sus deseos prohibidos (su deseo de comer carne van en conjunto con los sexuales), asumiendo la culpa cuando descubre algo mucho mas grave y peor, y es entonces cuando entendemos la primer escena del filme que hasta el momento no cuadraba en ningun lado, lo mismo sucederá con la segunda escena cuando llegue ese sorprendente y doloroso final que da miedo, terror, pena y sorpresa al mismo tiempo.
No se debe revelar mucho de la trama ya que las sorpresas que nos va dando la historia mas alla de una sorpresa inicial van hilvanando una trama que resulta tan dolorosa como terrorífica, y es que el primer largometraje de Julia Ducournau es sorprendente por la fuerza de sus imágenes, tiene la capacidad de transportarnos a lo que sucede en pantalla, si la protagonista come carne cruda la sentimos en la boca, si muere de comezón y se rasca nos da comezón y queremos rascarnos, si algo le duele lo sentimos, la logradisima dirección, la fotografía pesimista pero realista, los sonidos perfectos, la banda sonora de Jim Williams resalta lo que sucede en pantalla, y las actuaciones son fenomenales, especialmente la protagonista pero también los padres que con un par de apariciones nos dibujan sus personajes.
La fuerza de las imágenes de Ducournau es irrebatible y sus mensajes son interesantes, el camino a la madurez de una chica, la lucha y los secretos que siempre ocultan las familias pero la búsqueda de la felicidad entre ellos, del despertar de la sexualidad, de ceder ante la presión de la sociedad, la búsqueda de identidad propia, alguna critica a la nueva sexualidad y aunque muchos vean lo contrario, una critica hacia esa corrección política que ya resulta cansina. Al final tenemos a tres generaciones enfrentando el mismo problema con dos haciéndole frente de diferente manera mientras unas lapidarias palabras dejan abierto el camino del futuro.
Calificación: Muy Bien