Reconozco que esto debe de parecer increíble a quienes nacieron en los últimos 15 ó 20 años. Sin embargo, es rigurosa-mente cierto: hubo épocas en este país en las que la gente no vivía en la angustia permanente.
El otro día, en una cena, mi mujer y yo recordábamos con otras parejas de nuestra edad esos buenos tiempos.
---Cuando yo egresé de la universidad ---dijo uno de los convidados-- me encantaba mostrarles a mis amigos los aditamentos especiales que le había puesto a mi Datsun nuevo, comprado por mí de contado con el producto de un año de trabajo. Hoy mi hijo les presume a sus compañeros los agujeros de bala que dejaron en su Vochito usado (del que yo debo todavía 34 mensualidades) unos asaltantes de los que se escapó de milagro.
---Pero yo creía que tu hijo era el único de todos los nuestros que tenía un empleo. ¿Cómo es que no paga por su auto?
---Sí tiene empleo, por fortuna. Fue escogido entre un centenar de aspirantes bilingües, la mitad de ellos con maestrías y una docena con doctorados. Pero con lo que gana por 60 horas efectivas de chamba a la semana sólo le alcanza para la gasolina, cigarros e invitar a la novia a cenar una vez al mes en la Fondesa. Así que olvídate de sobrantes para capitalizar.
---Cuando nosotros nos pusimos de novios --dijo una de las invitadas---, Pepe y yo pudimos planear nuestra boda para un año después, sin grandes apuros ni sorpresas. Ahora mis hijas ya se resignaron a no poner casa aparte en el futuro previsible. De hecho ampliamos sus recámaras y les pusimos unas cocinetas que compramos de barata y en abonos en Sear´s, por si a ellas o a sus galanes les entra la urgencia de sentar cabeza.
---Nosotros queríamos hacer eso mismo, pero nos pareció que sería meterle dinero bueno al malo. Digo, con esto de que la hipoteca se nos volvió impagable y tenemos amenaza de embargo por parte del banco...
---Hablando de urgencias ---intervino el más descarado del grupo---, cuando a nosotros de jóvenes nos ganaba la calentura y te sacabas premio, con un penicilinazo quedabas listo. Hoy mis hijos tienen amigos que salieron a la lluvia sin impermeable y ya caminaron o están a punto de hacerlo por el sida.
---¿Y qué me dices de las drogas? El más reventado de nuestra pandilla era el Oso Peláez, que se emborrachaba con cerveza un par de veces al mes con el dinero de sus domingos. Ahora mis hijos me han contado que conocen a un montón de chavos de su edad que le pegan recio a la mota, a la coca y a las anfetaminas; y nadie se explica de dónde sacan para comprarlas.
---Por algo nosotros cantábamos: “Quítate ya de ahí, perro la-nudo”; y nuestros hijos cantan: “Chingo yo, chingas tú, chinga a tu madre”.
---Bien ---dijo de pronto Fernando---, debemos irnos. Ya son las siete de la noche y vamos hasta Las Lomas de Chapultepec, arribita de Los Pinos. Es una zona bastante descuidada: apenas hay unos dos mil guardias presidenciales apostados por ahí. Una protección ridícula, evidentemente.
---¿No se irán por el Periférico, verdad?
---Me temo que sí. Estoy consciente del tremendo riesgo que corremos, pero es la menos peligrosa de las rutas desde esta parte de la ciudad. Además traemos los vidrios cubiertos por esta película protectora contra cristalazos, llevo siempre en la mano izquierda el aerosol con gas paralizante, y Yolanda se va tirada en el piso, por cualquier cosa.
---Eres un temerario ---dijo el dueño de la casa---, y te admiro por eso. Pero por favor llámenos en cuanto lleguen. No podría conciliar el sueño si no supiera que arribaron a su hogar sanos y salvos.
---Te prometo que lo intentaré, aunque no puedo garantizar nada. Alguien interceptó mi celular y me llegan unos cuentones terribles de Telcel, pero yo mismo raramente logro comunicarme.
Aprovechando la compañía, salimos todos juntos a la puerta, observamos con sumo cuidado a ambos lados de la calle, abordamos a toda prisa nuestros autos y salimos disparados, cada quien rumbo a su destino incierto.
Fuente: Buhedera