En un momento clave de la ópera prima de Parker Finn, la protagonista Rose (una maravillosa Sosie Bacon) sonríe al espejo, es decir practica una sonrisa falsa antes de ir a la fiesta de cumpleaños de su sobrino, con esto queda claro el subtexto de la película que desde el inicio es anunciado, justo cuando una desesperada chica llamada Laura (Caitlin Stasey) llega obligada a un hospital mental donde la atiene la psicóloga workaholic Rose, Laura dice claramente que la entidad es perseguida por una entidad maligna, y que esta toma la forma de cualquier persona, ya sea conocida o desconocida, con la particularidad de que esta sonriendo permanentemente, pero una sonrisa macabra, impostada, como si trajera puesta una máscara, esto es una clara alegoría a como vivimos nuestras propias vidas, con sonrisas falsas, mostrando que todo está bien, que no tenemos problemas y que somos totalmente felices, porque si trajéramos lo contrario seriamos tachados de pesimistas en el mejor de los casos, o enfermos en el peor posible, y esto como ya anote regresa en la cinta cuando Rose está prácticamente su careta para con la sociedad, una sonrisa que sabemos no tiene nada que ver con sus sentimientos reales que la carcomen desde hace mucho tiempo.
Para ser específicos, desde esa escena inicial donde una infantil Rose está viendo perpleja a su madre desfallecida en el colchón, con múltiples pastillas y frascos llenando la habitación, desde ese momento Rose lidia con un trauma que no ha podido superar, y seguramente nunca lo haga, porque por más que salgamos de la familia esta nunca lo abandona, por esta misma razón Rose trabaja como desquiciada turnos larguísimos, evita ir a su casa, y prácticamente no tiene vida fuera del trabajo, no es que la psicóloga quiera ayudar a los demás como casi comenta de refilón en forma narcisista en una cena con su hermana (Gillian Zinser) y su prometido (Jessi T. Usher, el único punto flaco de la cinta), en realidad lo hace porque es su única forma de escapar del trauma, de la culpa que sabemos la pobre tomo sin deberla ni temerla, aunque esto no es tanto así, como nos daremos cuenta después. Rose es la muestra perfecta de cómo vivir con una careta en el mundo actual, donde además se nos imposta la forma de felicidad, la doctora tiene que sonreír frente a los pacientes en todo momento, aunque sus ojos reflejen tristeza total.
Volviendo al prologo, Laura confiesa lo que le sucede, y una incrédula Rose le escupe - como cualquier médico que existe - que eso no es posible, que tiene alucinaciones, que si ha vivido algún trauma, es decir, desestima a la pobre chica que justo en ese momento grita desesperada que ahí está el ente - ¿en el mismo rostro de Rose? - para inmediatamente después aparecer de pie, con esa sonrisa tétrica que ella misma describió y cortarse la garganta de oreja a oreja, dejando además, una mancha de sonrisa en la manta como cruel broma de humor negro, a partir de ese momento Rose empieza a ver personas que le sonríen de tanto en tanto, primero en la oscuridad de su casa, luego a lo lejos por una ventana, después en un paciente depresivo para pasar directamente a vivirlo como una invitada en la fiesta de su sobrino, en el rostro volteado de su hermana en una escena casi calcada a otra de esa obra mayor que es "Aterrados", en una visita inesperada, etc. que además de mofarse de ella le avisa que cada vez está más cerca su muerte.
Por supuesto nadie le cree, pero cuando descubre que esta maldición se transmite viendo el suicido del perseguido, busca la manera de librarse de ella, lo que nos lleva a la típica investigación popularizada por "Ringu", siempre suicidios hechos con la misma sonrisa en el rostro, y algo que casi nadie comenta y que podría revisarse en una hipotética secuela, el que antes de ese suicidio las victimas ya tuvieran otra experiencia similar anterior, todo esto con un montaje que cambia súbitamente para siempre tener el mal rollo en el ambiente (nunca sabemos que esperar cuando la cámara cambie), una dirección que se anima a entregar planos cenitales, mundos volteados y encuadres mal cuadrados a propósito para mostrar el estado mental de los personajes que vemos, estas dos cosas apoyan a que los varios jump scares sean muy efectivos, y que nunca sean idénticos, a lo que ayuda la inquietante música de Cristobal Tapia de Veer, y unos efectos especiales que se usan solo para lo indispensable, sumados a efectos prácticos como ese final en la casa de la infancia, donde Rose enfrenta sus traumas/complejos pero sin dejar de ser la terrible persona que es (usa a los pacientes para evitarse, reclamos a su hermana porque si, indolencia en los daños que causa, condenación del ex) y donde en un tramo final formidable, salido de una pesadilla todo termina como suponíamos, pero no por ello el impacto fue menor, los monstruos habitan en nuestra mente y por ello no podemos huir de los mismos, por más que sonriamos la verdad nos alcanza.
Calificación: Notable