John Knox (Michael Keaton, excelente) es un asesino a sueldo muy profesional que odia escuchar quien es el siguiente objetivo, un ex militar experto en líneas enemigas, tan solitario que su único contacto humano es la prostituta que lo visita cada jueves (Joanna Kulig) con quien comparte afición por la lectura, una visita al doctor pone su vida de cabeza al ser diagnosticado con la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, una demencia de avance acelerado que solo le otorga unas cuantas semanas de lucidez, con la renuncia sobre la mesa y en espera de un último trabajo que sale lo peor posible solo le queda escapar y aprovechar el tiempo restante para dejar todo en forma antes de su partida, para esto usara el tiempo que le queda para vender sus cosas y dejar todo en orden para las tres personas más importantes en su vida, pero en medio de esto lo visita su único hijo Miles (James Marsden) quien le ruega por ayuda ya que en un arranque de ira cometió un delito que puede destruir su vida, así que Knox dedica todo el tiempo que le queda a ejecutar un intricado plan que salve a su hijo, y con ello a su descendencia conformada por su hijo su nuera y una nieta que representa lo peor de las nuevas generaciones.
En tanto la obsesiva detective Emily Ikari (Suzy Nakamura) está empeñada en resolver el caso que involucra a Miles y de paso otro que curiosamente parece tener que ver con John, acercándose cada vez más a la verdad debido a los cabos que deja el ya confundido Knox. Keaton regala un noir a la vieja usanza encarnando a un tipo duro pero con una moral muy definida, que es capaz de todo por su familia aunque estos no quieran saber nada de él, para eso nos presenta un plan muy elaborado que ad hoc con el género solo hasta el final cobra sentido, en tanto lucha con la demencia que avanza rápidamente y le juega malas pasadas cada vez más seguido, con una fotografía tirando a verde y una banda sonora que de inmediato nos ponen en el género, además de un drama familiar bien concebido, y especialmente actuaciones sobresalientes que nadie mencionara porque es cine negro, pero que dejan a uno muy contento.
La manera en que Keaton logra retratar a ese cínico padre asesino es fabulosa, le da los mejores momentos de humor a la cinta que nunca renuncia a un humor negrísimo, esa mirada burlona, esa sonrisa cínica, que puede cambiar en un segundo por una confusión o tristeza demuestran el gran talento del actor que en esta etapa de su vida ha demostrado un segundo aire que recuerda su mejor época, la forma en que tira las punch line es maravillosa, desde ese comentario sarcástico entre dientes que le suelta al hijo cuando este le confiesa que no quiere ser como él, y sin embargo... o cuando el explica a la traidora que un tercio es mucho más que un cuarto, por supuesto, en la cinta escupidas por él se sienten como otra cosa, y debo añadir que estos ademanes y gestos son adecuadamente copiados por Marsden al final de la cinta, como si algo del padre pasara a él.
Además de secundarios de lujo como Ray McKinnon, Marcia Gay Harden y nada menos que Al Pacino, que en lo poco que aparece brilla, la manera en que se maneja el actor es soberbia, no necesita más que un par de diálogos, fumar un poco en pantalla, y mostrar cambios radicales con pequeños gestos, por ahí dicen que el tipo ya no se puede mover, ya quisieran muchos actores que pegan pataletas gritando demostrar lo mismo que Pacino solo con sus ojos, impresionante verlos juntos en pantalla, es un lujo que vale la pena ver. Esto junto al buen hacer de Keaton tanto detrás como frente a las cámaras logran que uno empatice con un asesino que al final de sus días tiene la oportunidad de enmendarse ante los ojos de su hijo, no solo entregando un elaborado plan y mostrando respeto ante el sufrimiento de una enfermedad, sino que también regala una evolución emocional que tiene buenos dividendos en esas desgarrantes escenas finales.
Calificación: Bien