Vemos la espalda de alguien caminando rápidamente mientras suena la majestuosa banda sonora de Volker Bertelmann, desde estos momentos podemos apreciar la hermosa fotografía de Stéphane Fontaine que no rehúye a los colores vivos y el contraste entre estos, lo que ayuda bastante a darle mucha clase a lo que vemos en pantalla, incluso el solideo se nota deun color vibrante, y esto lleva a otra pieza más, la dirección de Berger, que sabe perfectamente donde poner el encuadre, a la distancia exacta y con el montaje perfecto, sea detrás de la cabeza del caminante, sea en el perfil de su persona, sea en sus manos que se mueven nerviosamente, y finalmente a su rostro en un close up que nos permite ver perfectamente el dolor mientras se escapan unas lágrimas rebosantes de tristeza, y eso nos lleva al último punto fuerte de la cinta, las grandiosas interpretaciones llenas de humanidad que nos hacen sentir reales y cercanos a figuras que normalmente consideramos lejanas, pulcras, casi etéreas.
La más reciente cinta de Berger presume todas estas virtudes técnicas, sumándose un diseño de producción esplendido que nos transporta al Vaticano y la Capilla Sixtina, y otras más importantes como vienen siendo ese manejo del guion en forma de thriller del que no existe queja, y por supuesto, el subtexto de la teología, de la fe, la manera en que nuestro personaje principal pasa de ser un hombre con dudas en su fe a Dios y a la iglesia para terminar viviendo tantas cosas que uno pensaría que van a hundirlo más en sus dudas, pero que en realidad culminan en la certeza - no exenta de ambigüedad - de que en realidad todo tiene un porque. La cinta comienza donde anote, con el desesperanzado cardenal Thomas Lawrence (un maravilloso Ralph Fiennes) llegando apresuradamente a la habitación del santo padre que acaba de fallecer, el sufrimiento en el rostro del tipo es notable, de ahí pasamos a ver como se clausura la habitación hasta que se elija al nuevo Papa, pero no sin que antes nos enteremos que otro cardenal ordeno no avisar del fallecimiento hasta que supuestamente revisara que sucedió.
El rostro de Lawrence al momento de escuchar esto deja claro que tipo de persona es, de inmediato cuestiona al cardenal Tremblay (John Lithgow, bien), y cuando escucha su explicación vemos otro gesto, luego pasamos a ver como el cuerpo del Papa es llevado en ambulancia de forma tan cercana que vemos el vaivén y el zangoloteo, como cualquiera de nosotros, como un mortal común, esto es vital para lo que sigue en la cinta unas semanas más adelante cuando se reúnan en el cónclave del título, en ese momento, cuando los 107 cardenales, más uno llegado de último momento nombrado in pectore en Kabul, el mexicano Benitez (Carlos Diehz) quien ha pasado toda su vida en lugares peligrosos y en medio de la guerra como misionero, es entonces cuando el profesional Lawrence preocupado por organizar de la mejor manera la situación y lo más rápido posible debido a que afuera hay atentados terroristas descubre que lo que pensaba que era una elección de Dios cae en el plano más terrenal posible.
Es así que aunque Lawrence tiene afinidad por un grupo de los que conforman a los cardenales en realidad piensa que todos deben votar por la mejor opción como Papa, es decir, e, si piensa que deben elegir al que consideren más apto para el cargo, pero descubre que todos los demás opinan diferente, para todos es una elección puramente política, segmentada en grupos, por un lado los conservadores que quieren regresar al pasado y darle más fuerza al catolicismo, por el otro los liberales que quieren llevar a la modernidad al catolicismo aceptando las nuevas garantías individuales que aparecen día a día, las votaciones se van dando dejando claro quiénes son los populares y mostrando a los contendientes reales, en medio de esto Lawrence quien está en una crisis de fe y había pedido su renuncia como decano varias veces sin que se la aceptaran va descubriendo que los candidatos se encuentran muy lejos de ser santos, tanto así que no merecen sentarse en la silla de San Pedro.
Lawrence se convierte en una especie de detective taciturno, serio y frustrado, un cardenal famélico que aunque al inicio no quiere meterse se ve obligado por su responsabilidad con Dios a investigar, desentrañar y desenmascarar a los lobos vestidos de ovejas que quieren hacerse con el poder por el poder mismo, sea el irritante cardenal liberal Bellini (Stanley Tucci), el boquiflojo cardenal conservador Tedesco (Sergio Castellitto dando catedra en un par de momentos), el hipócrita cardenal africano Adeyemi (Lucian Msamati) o el manipulador Tremblay, todo esto mientras vemos una cinta de intriga políticas y thriller de investigación intachable, con todo e investigaciones a media noche, pistas informáticas, documentos claves escondidos, trampas puestas por adversarios, dimes y diretes, intrigas, apuñalamientos por la espalda y hasta interrogaciones en forma de confesiones.
Al final le queda claro al protagonista que todo es político, pero también que solo él puede lograr que el mejor candidato y no el menos peor sea su líder, y que por ello no le permitieron retirarse cuando lo deseo, porque el antiguo Papa y Dios mismo saben que solo él era tan meticuloso y moral para encargarse de esta escabrosa misión, por más que sufriera al realizarla, e incluso el pobre tipo en un momento cede a su soberbia, a la ambición, al "voto útil" para que en el mismísimo segundo Dios mismo le dé una potente señal de que no pierda el camino, uno que de inmediato comprende, en esa sala donde un desconocido da un discurso que nada tiene que ver con ideologías pero si con cristianismo, el haz de luz ilumina de forma solemne el encuadre, la luz es usada de forma exquisita como durante toda la cinta, y vemos la cara de Lawrence que en eso mismo momento entiende los designios de Dios.
Aún falta una vuelta de tuerca final que solo refuerza el mensaje otorgado anteriormente, y es que aunque existan tantas quejas de que esta cinta ataca a la religión católica y se han hecho llamados a no verla, lo cierto es que no solo muestra la humana mezquindad y humanidad de esos hombres vestidos con capelos cardenalicios - que al final con todo y defectos son hombres de Dios - , sino a un hombre que había perdido la fe en su religión, en Dios y que en el conclave la pierde en sus compañeros, pero que conforme todo ocurre nota que estos seres humanos imperfectos y pusilánimes si desean lo mejor para su iglesia, a su muy personal manera, y por todo lo ocurrido recupera la fe que había perdido, después de todo lo ocurrido Lawrence observa tranquilo a través de la ventana, ahora está seguro de que sigue creyendo, de que todo estará bien porque Dios está ahí, guiándolos, aunque no quieran atender los mensajes.
Calificación: Notable