En el mejor momento de la película, Elvis (Austlin Butler logrando una imitación respetuosa al eterno rey del rock) comienza a bailar mientras canta ese rock con mucho de blues, lo hace moviendo su legendaria pelvis, como si le estuvieran dando choques eléctricos de la cintura para abajo, como si le estuviera haciendo el amor a una mujer invisible en el mismo escenario, se lo comentan sus compañeros y Elvis exagera y aprovecha todavía más este detalle, entonces las chicas comienzan a ver extasiadas los movimientos, casi olvidan la música, se muerden los labios, fijan la mirada, comienzan a reír, sueltan un grito involuntario, se tapan la cara, brincan, estiran los brazos queriendo tocarlo, se quitan los calzones para aventárselos, o lloran mientras ríen y gritan despavoridas porque saben que los que les hace sentir ese joven no es algo que una recatada señorita sureña debería pensar, pero lo hace, y sabe que con ello ira al infierno, aunque el mismo demonio que este frente a ellas se vea tan hermoso y cante con voz angelical.
Este momento, explica perfectamente lo que desatada el rey del rock, esa música, esos movimientos de cadera, y esos atuendos estrafalarios junto a una actitud de rebelde pero con buenos sentimientos tan de boga en esos años, es aquí donde la cinta brilla, en los conciertos, en las representaciones de los momentos en que Elvis se paraba en el escenario y retaba el sistema, con todo y persecución por faltas a la mora, ahí el rápido montaje, la pantalla dividida, la cámara siempre en movimiento y la producción brillan, Buhrmann tiene algunos otros momentos inspirados como la firma de contrato millonaria donde una rueda de la fortuna se transforma en disco, pero son momentos aislados, porque en general la película mantiene este ritmo vertiginoso que no permite que conozcamos a sus personajes, ni siquiera al protagonista, tampoco al narrador de la historia, el maloso caricaturesco Coronel Parker (Tom Hanks sin dar en el clavo como villano), y por ende tampoco a su familia, ni sus amigos, su banda, ni siquiera su esposa Priscilla (una desperdiciada Olivia DeJonge).
Toda la película es brincar de un momento a otro, que si un concierto, que si una grabación, que si una discusión, que si presentación de un articulo, la visita a un programa, la compra de Graceland, el ejercito, las películas, el especial navideño, los últimos años en Las Vegas, y aun así se brincan muchos que los fanáticos de Elvis extrañamos, no se profundiza en nada, y se opta por tratar de victimizar a Elvis como este chamaco ingenuo y tontón que tuvo que soportar que el malvado coronel se aprovechara de él en conjunto con su familia, mandándole drogas, enviándole chicas, y haciéndolo gastar mucho,este intento de hacerlo tan bueno no le hace ningún bien, por el contrario lo deja como un ser humano débil y manipulable, y que aparte se preocupaba por movimientos sociales que son de esta época y que en realidad no tienen que ver con el Elvis real, esto sumado a música moderna (un pecado teniendo la música de Elvis) y una narración atropellada y confusa dejan una cinta con potencial desperdiciado, por supuesto que el final con el verdadero Elvis hace un nudo, pero porque lo vemos a él y sabemos lo que paso y dejo en el mundo, no por la cinta que acabamos de ver.
Calificación: Regular