Martin Lowery (Joel Fry) llega a un campamento cerca del bosque donde lo desinfectan, se limpia las manos con gel antibacterial y le hacen una prueba con un hisopo, ademas se dice que la humanidad esta siendo azotada por una pandemia de la que no saben si sobrevivirán, esta claro que se esta hablando del covid-19, filmada en plena pandemia esta cinta de eco-terror de Wheatley rebela sus cartas poco a poco en el peor momento posible, o en el mejor aprovechando el temor que tenemos como humanidad, el biólogo fue llamado para que encuentre y contacte a su ex novia y jefa, la doctora Olivia (Hayley Squires), de la que no saben nada desde hace meses y que fue al bosque a hacer un experimento que quizá salve a todos, parte en su búsqueda junto a la guardabosques Alma (Ellora Torchia) y este thriller pandémico post-apocalíptico entra en el bosque al tiempo que cambia de piel de forma orgánica pero extraña hacia un desatado slasher con todo y loquito suelto que no duda en drogar, manipular y desmembrar personas de manera impasible.
El mentado Zach (Reece Shearsmith) es un amante de la naturaleza que idolatra a un ente/presencia en el bosque al que debe realizar sacrificios y extraños rituales que incluyen fotografías, y por si Wheatley no ha pecado de loco nos regala un desquiciado tramo final donde intentan comunicarse con el monolito de la primer imagen de la cinta que parece soltar un sonido desesperante, con una niebla llena de esporas de los hongos y muchas alucinaciones que hacen simbolismo a ese ente viviente ancestral que es el bosque y su conexión neuronal por medio de hongos, una idea que los seres humanos apenas somos capaces de concebir y que como los protagonistas (y antagonistas) queremos meter con calzador en parámetros fijos y preestablecidos que nos llevan a creencias erróneas que caen en el peor de los males y que parecen solo servir para ejercer una maldad extrema que no es igual a la crueldad amoral de la naturaleza.
Como apunta la cinta, que hace mancuerna perfecta con esa locura de eco-terror que es "Gaia", la naturaleza es una fuerza de maldad, pero va mucho más allá de eso, cual si fuera un ente Lovecraftiano la ética humana no es algo que quieran percibir, ni les interese, el director y guionista ha construido una cinta de terror alocada que nos hace sentir débiles y vulnerables frente a lo que siempre ha existido en la tierra, con todo y luces psicodélicas, una banda sonora delirante de Clint Mansell, un uso de los colores desatado por parte de Nick Gillespie y esa sugerencia terrorífica que va mucho más allá del slasher y la violencia explicita, la naturaleza esta cobrando venganza por el daño que le hemos causado, para muchos la salida o solución es respetarla, dialogar con ella como intentan con el monolito, pero ¿a ella le importa? ¿quiere entablar un dialogo? ¿en verdad espera retribución y respeto? ¿o solo es una fuerza imparable para quien no somos nada?
Calificación: Bastante Bien